domingo, 10 de febrero de 2013

Crítica de El Vuelo (Flight)

 
 
Si tuviera que usar un par de palabras para recomendar a esta obra, creó que iría por un drama provocador con suspenso pausado. Por un tiempo Réquiem por un Sueño había sido la elección visual  para los centros de rehabilitación, ahora expandieran su catálogo con la historia ficticia de este piloto heroico que logra colisionar el avión con la menor cantidad posible de pérdidas. Como cualquier tragedia, debe existir un culpable y desafortunadamente para el Capitán William Whitaker,  su prueba de sangre contenía sustancias tóxicas.
 
Obviamente existen otros datos relevantes en este guion de John Gatins quien cuenta con previa experiencia en el manejo de los sentimientos y errores humanos. La trama principal son las adicciones y el alcoholismo pero situados desde un contexto no común. Hemos sabido de doctores o policías que operan bajo la influencia del alcohol y hasta maestros que enseñan de ese modo. Ni se hable de los músicos lo cual es bastante normal que suceda en sus conciertos. Aun así, la idea de presenciar a un piloto en este estado es bastante sugestiva.
 
Se requiere paciencia porque sus 139 minutos se desarrollan con extrema cautela. Cada escena requiere de su tiempo por encontrarse constantemente en construcción. Lo interesante es el suspenso que experimentamos por no tener idea de lo que va a suceder con el protagonista cuyas acciones nos tiene al filo de nuestros pensamientos. Asimismo las situaciones responden asertivamente y se crea un poco de controversia al añadir el acto de Dios.  
 
Los aspectos legales y las teorías con respecto al negocio de las aerolíneas son de nuestro agrado. Inusualmente suceden secuencias fuertes que suelen sentirnos un poco incomodos. Sin embargo, es un éxito poder sentirlo porque así es este modo de vida. La conducta ética desaparece y se corrompe con la doble moral. Un camino oscuro que inevitablemente la mayoría cruza a través de las distintas adicciones.     
 
¡Y Así nomás! Posteriormente de 12 años desde que dirigió un drama con actores en carne y hueso, Robert Zemeckies entrega un notorio relato con algunos ajustes en su estilo. Por ejemplo: añadió la desnudez, los cigarros, las drogas, la pornografía, las groserías y una especie de antihéroe. Es un abrumador giro en comparación con Naufrago, Forrest Gump y El Expreso Polar. Fielmente los elementos de una buena narración siguen presentes pero con atrayentes alteraciones.
 
En mayor parte también se aprecia por la emotiva y reciente actuación nominada de Denzel Washigton. Este actor cumplió con las expectativas del papel y por así decirse, interpreta al borracho bueno. No sabemos del todo cuáles fueron las razones que lo guiaron hacia ese túnel de la perdición, más no nos cuesta trabajo identificarlo como tal. El remordimiento está presente en contraste con su iniciativa. Su forma de relacionarse con el resto de los actores es bastante impresionante y en ningún momento se cuestiona la tensión originada por un desconocido pasado.
 
Asimismo Kelly Reilly contribuye con estabilidad aunque su personaje se sienta de relleno porque nunca obtiene ese valor que se merece. Su inyección a la temática central es ingeniosa pero simplemente se desvanece al interactuar con Washigton y hasta salir de cuadro. John Goodman se distingue con diversión sólida y quizás la mejor imagen de su carrera. Melissa Leo aparece en forma de cameo pero en esos minutos nos recuerda su reconocimiento al haber ganado el Oscar en El Peleador.
 
Bruce Greenwood y Don Cheadle representan el lado del sindicato en su forma de tratar los asuntos legales de la tragedia. Son caracterizaciones centradas que no se desenvuelven del todo, quizás uno de los mínimos errores por enfocarse en la perspectiva exclusiva del protagonista. Cabe destacar que existe un actor en la escena de las escaleras del hospital cuya interpretación del joven cancerígeno simplemente es estupenda. Indudablemente la mejor escena y es una lástima no haber aprovechado al máximo la química de este trio.
 
Cualquiera que la haya visto podrá asegurar que los primeros veinte minutos son lo máximo. La secuencia a bordo del avión está llena de tensión y ello que no existe acción física. Sólo es edición de sonido, diálogos y las actuaciones. De ahí tiene sus altas y bajas, un poco de repeticiones y algunas acciones dudosas si se emplea la lógica. Fuera de eso, es un drama recomendable por su modo de enfrentarse a los demonios guiando a una certera catarsis. No hay nada nuevo en este oscuro mundo; simplemente es el contexto, la dirección y la actuación la que la convierten en un estable atractivo.
 

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