La inusualmente
atrevida comedia-drama romántica de David o. Russell resultó un clásico espectáculo
emocional para toda clase de personas o familias adultas. No es el típico
cuento de hadas bañado de color rosa inmerso de situaciones predecibles. Aquí
los escenarios son brutalmente realísticos por su semejanza a la vida real y a
los conflictos que conlleva no sólo en lo personal sino dentro de un contexto
familiar.
Centrada en el protagonista
Pat Solitano Jr., se nos narra la historia de un hombre diagnosticado con el síndrome
de la bipolaridad por consecuencia de un disturbio doméstico. Posteriormente de
haber cumplido su “rehabilitación”, se regresa a vivir con sus padres y bajo su
tutela en conjunto con su terapia, busca la manera de salir adelante y en el
proceso, cumplir con el objetivo de recuperar a su esposa.
Lo anterior suena
bastante tierno aunque la mayoría del tiempo vemos acciones intrépidas y
conductas inapropiadas, las cuales nos hacen percibir la vida desde una forma
sincera. Desde la niñez y parte de nuestra juventud, se nos tiende a prohibir
este comportamiento “liberal” porque no va de acorde con la sociedad. A
excepción de uno que otro, los niños no mienten y por ello, se manipula esa
virtuosa inocencia convirtiéndolos en seres conformistas, hipócritas,
mentirosos, convenencieros y socarrones.
Como es costumbre,
los planes de Pat se alteran en cuanto Tiffany Maxwell entra en su rutina. Esta
jovencita es lo suficientemente madura para Pat e interesantemente cuando están
juntos forman una especie de pareja ideal por su estilo de anti-heroísmo.
Excesivos cambios de humor se presencian como pleitos apasionados, palabras
pervertidas, absoluta honestidad y extremada libertad expresiva. Sin embargo,
este paquete rinde frutos en el esquema familiar.
David O. Russell no
es ningún extraño en tramas familiares. Su guion es magnífico por su golpe de
conciencia y respeto generados hacia estas personas. Realmente no representan peligro
alguno como se suele malinterpretar. Por lo visto, suelen ser más acosadas por la
gente común. El tachar, juzgar o como se le llamé hoy en día siempre ha formado parte de nuestro modo operandi
y creo en ese sentido, deberíamos ser más honestos con nosotros mismos y flexibles
hacia esta tendencia de expresión directa.
Actualmente hay más
casos de conductas explosivas o crisis emocionales posicionando a la
bipolaridad como una moda dudosa ya que su autenticidad depende de actos incontrolables.
Los jóvenes envejecen prematuramente por la constante preocupación del trabajo,
los sacrificios innecesarios en las relaciones, existe mucho odio, presión y depresión.
Esto porque básicamente formamos parte de un estricto sistema que nos prohíbe ser
nosotros mismos. Todo este protocolo con el propósito de formar caballeros y
damas de honor.
En contraste con Los
Juegos del Destino, los protagonistas no se retienen nada, expresan sus
sentimientos sin importancia alguna de lo que los demás opinen. Y esta verdad cinematográfica
se ve y se siente bien. Si no fuera por una categoría competitiva, David O. Russell
hubiera ganado el Mejor Guion y de pasó la Dirección. Temáticas mentales, distorsiones
de personalidad y conflictos familiares son indudablemente su fuerte. Por ende O.
Russell aprovecha al máximo estos elementos y en su proceso, crea al elenco
perfecto.
Es por ello que los
cuatro actores principales recibieron la nominación en sus respectivas categorías.
Asimismo cabe destacar que Chris Tucker, Julia Stiles, Anapam Kher, John Ortiz,
Paul Heman y Dash Mihok, se desenvuelven con espléndida simetría a pesar de no
haber recibido nominación alguna. Estos personajes secundarios están claramente
definidos que cumplen en su tiempo limitado.
Bradley Cooper ha
pasado por un proceso de calidad, de ser el amigo chistoso en las comedias
románticas y el inmaduro profesor de Qué Pasó Ayer, ahora es un actor principal
reconocido por la Academia. Su actuación no está todavía a la altura de Hugh
Jackman (Les Miserables) y menos de Daniel Day Lewis (Lincoln), pero se
defiende con una personificación cercana a un hombre bipolar.
La única en capturar
el Oscar, Jennifer Lawrence nos demuestra porque la edad y un grado de estudio no
importan si te entregas de todo corazón al papel. Su interpretación es de las
más genuinas, dentro de la tradición actoral de las actrices ganadoras como Sandra
Bullock (Un Sueño Posible) y Julia Roberts (Erin Brockovich). Dentro de su repertorio maneja el resentimiento,
coraje y agresión como también el sarcasmo, la honestidad y el dinamismo.
Quizás Robert De Niro
nos haya entregado le mejor actuación de su carrera. No es padre como solemos
tenerlo en consideración, es un padre con problemas similares al hijo y con una
especie de actitud compulsiva y dependiente de las apuestas. Escuché que
recurrió a la improvisación en varios segmentos, por esa razón uno se conecta
con el personaje por su naturaleza humana.
Jacki Weaver se
coloca como el balance, en otras palabras, es la intermediaria cuando las cosas
se ponen mal. Trata de ejercer autoridad más su enfoque es nivelar los terrenos
rocosos. Se aprecia esas reacciones y su sentido encantador nos alivia en los
momentos críticos. Como toda madre, inevitablemente nos gana nuestro voto por
su acertado desempeño materno.
La dinámica de estos
cuatro es la razón por la cual esta producción ha estado en la boca de mucho
durante los tres meses que lleva en la cartelera, mundialmente hablando. La
secuencia del baile brilla por la química generada entre Lawrence y Cooper.
Además ya sea estén por su propia cuenta, en pares o en grupo, este elenco no
decepciona.
Si no fuera por O.
Russell, la flama no hubiera alcanzado tal altura. En ningún momento cae en el melodrama,
al contrario, se mantiene viva y directa.
Cualquiera que la deje pasar no tiene la menor idea de lo que se está
perdiendo.
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