Ahora comprendo porque fracasó en generar una audiencia en los Estados
Unidos. En cierto modo es comprensible la poca atracción por tratarse de una
adaptación cruda del narcotráfico. Básicamente no es nada nuevo, considerando Tráfico,
Salvajes y El Infierno, la
diferencia es que aquí todo se concentra en un intenso drama personal mientras
las otras fueron más de aspecto
contextual donde los personajes jugaron un papel secundario a las acciones de la
trama.
El reparto estelar es la verdadera garantía de este filme y la razón
por cual deba verse porque esta historia contada desde sus percepciones se
desenvuelve como una travesía cognitiva que te pone a pensar en la vida misma y
de cómo somos ciegos a lo estable por el deseo de siempre querer tener más. Por
esa razón, los actores se definieron adecuadamente, estudiando los antecedentes
planteados y aprovechando el tiempo administrado para brillar en sus secuencias
culminantes.
Anteriormente observamos a Michael Fassbender que podía ser un mutante
emotivo en X-Men: Primera Generación y un robot frívolo pero con conciencia en
Prometeo. Esta vez adopta los mejores elementos de ambos papeles y los lleva al
extremo entregando una poderosa caracterización del clásico y supuesto
preparado hombre de leyes. La química con Penélope Cruz denota esfuerzo pero
debido a ser un elemento inocente, no tiene tanta fuerza hasta su última escena.
Probablemente Malkina sea la verdadera estrella de esta función
enferma ya que Cameron Diaz no sólo es sublime en este atractivo rol sino su
actitud de psicópata, fría, manipuladora, inmoral y ambiciosa la hacen destacar
en cada una de sus escenas. Su interacción con el elenco y su entorno son
fascinantes, uno puede sentir el porvenir de la tragedia aunque no imagina que
de verdad suceda por iniciativa suya. El sexo en el carro y la confesión con el
padre podrían ser los momentos por los cuales pudiera recibir futuras
nominaciones.
Javier Bardem es la oposición a lo establecido. Pese a su naturaleza
criminal, simpatizamos con este individuo no sólo por su carisma sino por su
directa honestidad en que se destaca dentro de este negocio. Como todo, la
intención principal es obtener millones a sabiendas de que un día podría
ponerlo al borde de la muerte. Lo mismo aplica para Brad Pitt cuya interpretación
compleja es sorpresiva para su tiempo limitado.
Afuera de las actuaciones, el vestuario diseñado por Janty Yates es
uno de los mejores para un filme de esta naturaleza, vemos lo típico en el
fondo pero en primer plano, los protagonistas lucen como famosos. Bardem fue
vestido con informalidad y una diversa gama de colores vicos para armonizar con
su conducta extrovertida. Fassbender y Cruz generan ese status envidiable
gracias a la contribución de Giorgio Armani. Por otro lado, la diseñadora Paula
Thomas se encargó de los 15 vestuarios que le dieron más tenacidad a Diaz.
La edición fue básica, en momentos uno se perdía con las escenas del narcotráfico
por contener varios participantes en lugar de uno solo, pero asumo esa es la
forma de trabajo de este inframundo. La
cinematografía no es la típica de Ridley Scott y ello me asombra porque siempre
solía embellecer los alrededores sin importar el género y ahora no fue el caso.
Toda su dirección gira a la validación del contexto y en conclusión, es una
película bien ejecutada.
El Guion no cabe en lo usual, uno va con las intenciones de ver
ráfagas de balaceras o justicia propia pero tampoco fue la excepción. Scott es
fiel a los sucesos narrados por Cormac McCarthy. Cualquiera que haya visto Sin Lugar para los Débiles, sabrá
exactamente el estilo empleado, realmente no es distinto, a excepción de
presenciar mejores actuaciones y un trama sin rodeos.
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