Basada en testimonios
de veteranos que pelearon durante la Segunda Guerra Mundial, somos testigos de
la travesía de una tripulación a bordo de un taque americano referido como
“Fury” cuyo objetivo consiste en auxiliar a las tropas a ganar terreno conforme
se adentran al corazón de Alemania.
La dirección de David
Ayer resultó brutalmente realística. La guerra como tal. El infierno en todo su apogeo. Lo feo, lo
terrible y lo crudo. En cierto modo juega con tu mente al desatarte infinidad
de reacciones, no es fácil de seguir por su sangrienta violencia tanto externa
como interna.
Escuché que Ayer
estuvo presionando mucho a sus actores hasta el grado de obligarlos a pasar
varios días en el tanque tras haber cumplido un entrenamiento intenso en un
campo militar. Aunque suene desagradable la tensión por la que pasaron, debo
aplaudirle la determinación del director por haberse arriesgado al llevar el
ambiente a su punto de quiebre puesto que la esencia de una batalla de guerra
se refleja en la violencia gestual de cada escena e integrante.
Visualmente es
impactante, nunca antes se había prestado tanta atención a las acciones de un
tanque, aquí se queda claro en cuanto a su funcionamiento, rendimiento y
alcance en cuestiones estratégicas. El guión conduce una caótica misión de la
cual trasciende por su realismo transmitido en los campos de batalla.
La clave de este
triunfo radica en las actuaciones de cada uno de los cinco protagonistas. El
tratamiento se vio beneficiado por la honestidad descrita en el guión. Vemos
hombres de guerra y punto. Existe bondad pero mayormente es agresión,
insatisfacción, desesperación, alevosía y crisis. Matar o te matan juega un
papel primordial y la forma de ejecutarse podría incitar controversia aunque
esa es la cruda realidad, nos guste o no, esto es guerra.
No hay marcha atrás,
el sacrificio es lo máximo a lo que un soldado puede aspirar ya que siempre se
ha sabido que la mayoría de estos hombres ponían sus propias vidas en la línea
con tal de cumplir con su objetivo. Es obvio que algunos valores se
distorsionan a consecuencia del resentimiento del cual opaca la amistad y despoja
a la humanidad de su inocencia.
En el papel del
Sargento Don Collier, Brad Pitt entrega quizás una de sus mejores actuaciones.
Al principio su conducta machista y bélica nos impide simpatizar con él.
Conforme la trama avanza, Pitt comienza a mostrar una faceta consciente en la
misma calibre de Tom Hanks en Rescatando al Soldado Ryan y Mel Gibson en Fuimos
Héroes.
Podría decirse que
Logan Lerman saca lo mejor de Pitt. Su dinámica parece ser la de un padre e
hijo. Norman Ellison es un joven novato cuya inocencia sigue intacta. Se rehúsa
a matar y por tanto se ve presionado y hasta obligado por el Sargento a
desempeñar la función por la cual ha sido enviado en orden de sobrevivir.
Incómodo pero justificado.
Shia Labeuf se
reivindica. Después de haberse dejado llevar por su inmadurez, el joven se beneficia al concentrarse en la
actitud cristiana de su personaje. Esta temática se aprovecha dentro de esta
hermandad. Parece ser un salvaje pero hay más de Grady que a lo que tenemos a
simple vista, ahí es donde yace la magia de Jon Bernthal.
Dándole ese toque
mexicano a través de Gordo, Michael Peña nunca falla. A estas alturas este latino
ha destacado por su profesionalismo. Cabe destacar que es raro ver tan sucio a
Jason Isaacs, además su acento no sonó tan elegante como solemos estar
acostumbrados a escucharlo.
En conclusión, no
estará a la altura épica de Rescando Al Soldado Ryan ni tan sutilmente
emocional como Fuimos Héroes, pero dada la naturaleza directa de su contenido y
perspectiva original sobre los hombres que sirvieron en los tanques, es seguro
referirse como un excelente complemento en conjunto con Cartas desde Iwo Jima,
Pearl Harbor, Operación Monumento, Valquiria y U-571.
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