domingo, 13 de septiembre de 2015

Crítica de Maze Runner: La Prueba de Fuego (The Scorch Trials)


Tras haber escapado del Laberinto, Thomas y sus compañeros son rescatados por una élite de Fuerzas Tácticas cuyo líder les asegura estar a salvo tanto de las garras de WICKED como del ahora caótico mundo exterior. Sin embargo, las cosas no son lo que parecen por lo que al desenmascararse la mentira, otra vez más los sobrevivientes se ven forzados a luchar.

Referente a la cinematografía, la secuela se extiende en sus localizaciones ya que resultan lo bastante sugestivas en contraste con las dimensiones rústicas del Laberinto. Tenemos edificios colapsados, un desolado desierto, instalaciones subterráneas, fábricas y túneles de drenaje. Cada una de estas desenvueltas a gran escala bajo una vasta gama de tonalidades.

En definitiva se nota el incremento del presupuesto dada la grata sorpresa taquillera en que resultó la antecesora, inclusive los efectos especiales jugaron un papel importante en ciertos escenarios aunque hubo mucho material inspirado en Resident Evil 3 como su desierto, los zombies y laboratorios. También el vidrio quebrándose a la Mundo Perdido: Parque Jurásico.

Ya ni sé quién fue primero ¿si Insurgente, Mockinjay: Parte 1 o La Prueba del Fuego? En esta época todos parecen tomar de lo existente porque hay elementos o circunstancias que se sienten haberse visto una y otra vez. Como lector de la novela, me encuentro decepcionado al encontrarme con la realidad que sólo el 10% fue empleado en esta adaptación.

Obviamente se le hizo un gran favor en su contexto visual porque no mentiré, el primer tercio te engancha por estar bajo el techo de un WICKED disfrazado pero en cuanto se ingresa al Scorch, nomás el guionista T.S. Nowlin no pudo encarrilarla pese al gran potencial oculto. En verdad había mucho por innovar dada la escasez narrativa de la fuente.

Tampoco le sirvió a Wes Ball regresar a la silla del director porque al parecer se quedó con los brazos cruzados. Esto suele pasar cuando se dejan llevar por la marea baja, un decaimiento en su calidad porque a pesar de extraernos un par de sustos y unas cuantas emociones por sus tremendas explosiones, las secuencias de persecución están pesimamente editadas.

Cuando los actores se encuentran a la fuga, los encuadren tiemblan tanto que nos cuesta trabajo apreciar del suspenso. A excepción de la increíble tormenta de relámpagos y la destrucción masiva de la guarida de Jorge, no hay mucho por apreciarse y menos cuando su desenlace recurre a lo típico visto de estas adaptaciones juveniles de ciencia ficción.

Además de una ausencia de continuidad, no vemos absolutamente nada de avance en Dylan O’Brien, Thomas Brodie-Sangster, Dexter Darden y Ki Hong Lee. Dentro de sus personajes, se mantienen planos y derrumbados en el fondo por debajo incluso de los cranks. Kaya Scodelario se beneficia de un antecedente y más tiempo, aunque su estructura entono al final no rinde frutos.

En cuanto a las nuevas adiciones: Rosa Salazar es una revelación comparado con Jacob Lofland, Giancarlo Esposito, Barry Pepper, Patricia Clarkson y Alexander Flores, ya que son desaprovechados. Irónicamente para carecer de historia, se carece también de un desarrollo individual. 

Que rotunda decepción me llevé, aunque no debería sentirme de ese modo posteriormente de haber leído la novela. No sé, tenía la esperanza que los productores compensarían ese inexplicable y confuso divagar de los sobrevivientes del Laberinto y desde cierto enfoque lo hicieron, pero me temo que la acción no fue lo suficientemente poderosa para compensar su contenido genérico.      

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