Tras meses de larga
espera y nerviosidad generada por la mixta recepción en conjunto con los
reconocimientos, debo admitir que esta adaptación musical no decepcionó en lo
absoluto. Al contrario, es una verdadera obra musical al 100% donde la trama se
ejecuta de canción en canción con una que otra pausa resumida en un solo
diálogo. Sin embargo, todo recae en el deleite del espectador.
Si eres amante de
este estilo, entonces Los Miserables es incuestionablemente una obra maestra
por el gran esfuerzo colectivo de no sólo los actores sino también los músicos,
los coristas, la edición, la dirección, el sonido y el magnífico guion. Si
definitivamente eres de lo que no pueden aceptar que una escena dramática se
realice como un número musical, la perspectiva entorno a tu visión limitada la
volverán en una fastidiosa ilusión.
En cuanto a un
público intermedio en el cual su preferencia es neutral, podrán de igual forma
contagiarse de su fórmula humana puesto que es imposible no conmoverse con esta
impresionante novela revolucionaria de amor y perdón. Por tanto se recomienda
mucha paciencia por su duración de 2 horas y 40 minutos, completa relajación,
una caja de pañuelos y una copa de vino o un vaso de cerveza fresca.
A pesar de desconocer
la obra original, encuentro el guion bastante ingenioso. Las perspectivas
religiosas, legales o humanas juegan un papel impactante en nuestra percepción
porque a pesar de contar con dos protagonistas fijamente establecidos, son los
del reparto quienes nos enganchan en sus miserias como sutilmente se les
refiere. Cada personaje tiene un relato por contar y por más básico que sea,
logra conectarse a nuestros sentimientos por su fascinante desarrollo biográfico.
El director Tom
Hooper aprovechó al máximo la esencia de esta odisea contextual e
inmediatamente se concentró en su núcleo: la actuación descriptiva. Ciertamente
se sacrificaron ciertos conceptos cinematográficos y de edición, pero debe
aplaudirse el enfoque personal en que se nos dirige. En ese sentido me recuerda
a Chicago por su forma de colocar a los personajes en localizaciones sencillas
para de este modo concentrarnos en su desempeño interpretativo en lugar de
perdernos en el paraíso visual como le sucedió a Avatar.
Obviamente no está a
la altura de El Fantasma de la Opera si la comparamos con los escenarios, la
dirección de arte y los vestuarios. Sin embargo, creo que Tom Hooper la supera
por mantener la constante emoción y suspenso de los personajes sin la necesidad
de invertir en elementos técnicos. Cualquiera que la haya visto, sabe que Hugh
Jackman es fenomenal, Anne Hathaway entrega la actuación de su vida, Russell
Crowe es estable pese a las blasfemias y Amanda Seyfried es encantadora como
siempre.
Entre otros
secundarios: Isabelle Allen cuenta con una bella presencia más no sólo física,
Eddie Redmayne es una revelación y Helena Bonham Carter en compañía de Sacha
Baron Cohen son simplemente figuras extrovertidas. Todo este reconocimiento no
hubiera sido posible sin el gran liderazgo de Hooper, por tanto es un vergüenza
no estar nominado al Oscar del mismo modo que Ben Affleck por Argo.
Como mención
honorifica, Anne Hathaway es verdaderamente la estrella, es bastante inusual
verla en este intenso papel en que la canción temática la interpreta con un
sentimiento desgarrador que te conmueves y te mantienes conmovido por el resto
de la película. No cabe duda que ese Oscar por Actriz de Reparto es suyo y de
nadie más. Desafortunadamente Hugh Jackman cuenta con la poderosa competencia
de Daniel Day Lewis a quien honestamente no lo vence, pero al menos se mantiene
cerca de ese calibre.
Quizás un aspecto
negativo sería la edición un poco brusca, probablemente sea intencional y en
cierto modo, complementa la atmosfera inestable de esa época. Se aplaude el sonido en vivo y la música orquestada.
De ahora en adelante, espero y estas adaptaciones se filmen de este modo para
mantener esa esencia que se suele sentir en una obra de Broadway. En cambio acudir
a un estudio y agregar la canción manipulada no concuerda con el sentimiento
del momento por tratarse de dos realidades distintas.
En conclusión,
resulta que yo soy amante de los musicales especialmente situados en contextos
históricos y dentro del género dramático. Efectivamente espero en un futuro poder
verla en Broadway del mismo modo que presencié El Fantasma de la Opera. Mientras
tanto me conformo con esta obra maestra que simplemente me ha dejado atónito por
su historia, actuaciones, estilo íntimo y dirección.
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