domingo, 18 de febrero de 2024

Matar a un Ruiseñor y a un Vaquero con Más Corazón que Odio!

 

   Aproximadamente 20 años después de haber nacido, me encontraba estudiando la licenciatura en Comunicación cuando escuché entre mis compañeros de clase hablar de una novela llamada ¿Cómo matar a un ruiseñor? Sólo para enseguida exagerar con ¨El Resplandor¨ y la ¨Naranja Mecánica¨, ya que las consideraban obras maestras.

   Tres títulos que seguramente despertará un cierto interés por lo potentes que suenan al pronunciarlos en nuestra mente. Sobrevaloradas en mi humilde e ignorante punto de vista; quizás pueda entender el arte tras haberlas visto, pero eso fue hace bastante tiempo y prefiero que se quede así, en una sola vista y nada más.

    Hace un par de años, antes de la terrible pandemia, el director Mike Flanagan optó por adaptar la secuela de Doctor Sueño, la cual, a gran diferencia de El Resplandor, profundizó en el contexto y el pasado que rodeaban al ahora adulto Danny Torrance, en contraste con lo sugestiva e indirecta que fue la original.

   Me sentí genial disfrutarla a sabiendas que esta si sería una película con todo e historia aunque no lo suficiente como para atraer a las nuevas generaciones de ese entonces. Además de tener a Ewan McGregor y a Rebeca Fergusson entre el elenco, fue fascinante a su propia manera. Sin importar su fracaso en taquilla, yo acudí al cine y la mantengo recomendando por su flexibilidad al no necesitar pasar por la espantosa experiencia de la antecesora.

   Es de esperarse que en algunos provoqué nostalgia, no sólo por el tercer acto sino por su conclusión. Existe un mensaje pese a la rareza contextual en que Stephen King nos tiene acostumbrados. Aquí, el director hizo justicia al hacerla fácil de comprender y emocionante de ver dado los efectos especiales.

   Regresándonos a Cómo Matar a Un Ruiseñor, esta ha estado en mi cabeza por casi dos décadas. Dada la excusa de no ver películas en blanco y negro, la descartaba casi siempre y, a decir verdad, era bastante difícil dar con ella en mi adolescencia hasta que sucedió la Guerra del Streaming en donde recién descubrí su disponibilidad en el catalogo de HBO Max (próximamente Max). Y que mejor que haber aprovechado mi nuevo espacio para comentarla a la brevedad.

   El único conocido e irreconocible por su juventud era Robert Duvall, no tenía la menor idea de que era ese jovenzuelo que interpretaba a Arthur ¨Boo¨ Radley. Es entendible viendo que esta película fue lanzada en 1962 llevándose en el proceso los premios por Mejor Actor, Guion Adaptado y Dirección de Arte en los Oscares. 3 de 8 nominaciones de las cuales incluyeron Mejor Película, dirección, fotografía, música y hasta contempló a la pequeña Mary Badham en la categoría de Actriz de reparto.

   Es un gusto que, en 62 años desde su lanzamiento, nadie, absolutamente nadie se haya atrevido a rehacerla y por la misma razón que es respaldada por sus ocho nominaciones. Es que es asombrosamente maravillosa y conmovedora y siendo lo mejor de todo, un drama familiar limpio donde cualquiera pueda verla y aprender algo al respecto.

   Su núcleo narrativo no difiere tanto de la realidad en que nos encontramos y difícil de creer, pero ha envejecido con excelencia gracias a lo avanzada que se encontraba en esos tiempos y lo bien que sus personajes estuvieron representados. Muy acertados en el contexto histórico de los años 30 en que se desenvuelve esta familia que de repente se ve en el ojo del huracán de un pueblo cerrado al tener que defender a un supuesto violador y peor aún de color.

    Lo mismo que dije sobre Casablanca, lo repito con Ruiseñor y es que llega un momento en que no te importa que esté en blanco y negro, es más, uno mismo termina por meterle color porque así de maravilloso era Gregory Peck. Era imposible no volverse acreedor del Oscar por Mejor Actor, y es que en la piel de Atticus Finch ahora entiendo porque se decía que muchos querían ser abogados tras verlo actuar.

   Desde que sostiene una escopeta para matar a un perro rabioso hasta verlo dar su alegato final en la corte, esa templanza y seriedad son de admirarse, y sin duda la escena en la que le escupen en la cara delante de su hijo, por sí sola le galardonó la estatuilla. Obvio que la química de Mary y Philip se tornaba enganchadora, en especial la escena en donde Mary sostiene la mano de Robert Duvall, fue oro puro.

   Es un hecho que tendré que conseguir la novela, leerla y volver a ver esta película que ya quisieran muchos poder hacer una del mismo nivel. Tal parece, no todo lo del viejo cine es malo como se asume y Cómo Matar A Un Ruiseñor es un claro ejemplo de ello. Y que gusto haberme dado la oportunidad de no sólo verla sino de disfrutarlo por lo que es: una inolvidable obra de arte.

   Continuando en el pasado, siempre sentía curiosidad por conocer a John Wayne, un famoso actor y director que comenzó en el cine mudo de la década de 1920 y se consolidó en el género del oeste  entre 1940 a 1970 con adaptaciones de vaqueros de las cuales pude toparme con Más Corazón que Odio (The Searchers / Centauros del Desierto) gracias al catalogo de HBO Max.       

   Tal parece siegue siendo un western bastante importante desde su año de lanzamiento en 1956; y tras verla, le doy cierta razón. La trama en sí es poderosa como para no quedar atrapado en cuanto sucede la gran tragedia. Tal vez mi ligera negativa se deba a que en momento su humor llega a ser irrespetuosa por percibirse al estilo de la sitcom.

   Seguramente en esa época, provocó muchas carcajadas, pero hoy en día la hace sentir anticlimática al no dejarte conectar emocionalmente porque todo lo que trasciende en sus 119 minutos es importante de ver y hasta de seguir por la extraordinaria dirección de John Ford y el guionista Frank S. Nugent. Ambos han sido productores de decenas de producciones clásicas de las cuales me tendré que conformar con esta y por mí, me parece adecuado.

   Tampoco me la puedo pasar oculto en el pasado, no es mi intención teniendo en mente adentrarme en los setentas ahora más tarde que temprano viendo como ya dejé caer el ancla en este periodo de los treintas a los sesentas. No es como que me estuviese quejando, desconozco si el carácter tosco de Ethan Edwards sea en efecto la personalidad de John Wayne. Podría insinuar que es de la misma madera de Clint Eastwood lo cual ahora entiendo el encasillamiento.

    Dicho eso, tampoco le restó importancia o pretendo minimizarlo, al contrario, trabajo es trabajo y John Wayne tiene una fuerza bruta que te agarra y no te suelta desde que aparece entre las sombras. Fascinante que la primera toma se convierta en la última, este giro es importante de subrayar.

   El antagonismo recae en este grupo de criminales indios referidos como los comanches, a quienes siento les hizo falta desarrollo o presencia porque no es una narrativa completamente lineal que digamos; en momentos pasan los años y uno no se da cuenta porque no se nos dice. Ya es tarea del espectador que agregue el resto con su imaginación o lógica.   

   No todo es drama sino la acción se aprecia, aunque nunca se llega a sentir personal por estar enfocada desde lejos, que sirve para remarcar la frialdad en la que se desenvuelve Wayne en contraste con su compañero Jeffrey Hunter que en lo personal termina por robarse la función al situarse como el corazón, sobre todo en el tercer acto al tratar de mantener la decencia y los valores. El único detalle es que carga con el peso humorístico y por tanto hace o dice cosas absurdas y es ahí a lo que me refiero con cortarle la seriedad de mala gana.

    Fuera de eso, le hizo falta una pulida a los diálogos y situaciones e incluso remover el humor porque no lo necesitaba. Por sí sola, el relato es conmovedor y tan épica pese a estar limitada en cinematografía y de carecer de un buen antagonista. Al final de cuentas, es lo que es y para su propio tiempo cumplió con su función como lo sigue haciendo si se omiten los prejuicios y nos olvidamos del cine moderno.  

   Encontré más odio que corazón en sus estos 119 minutos, aunque su título se justifica en los últimos momentos que es que suponemos lo peor. Como dato curioso, John Wayne fue galardonado al Oscar por Actor Principal por Temple de Acero, la versión de 1969, por la que curiosamente Jeff Bridges estuvo nominado, pero perdió en 2010. Por más que se rumoraba, nunca hubo una secuela pese a su éxito taquillero como la obtuvo Wayne en 1975 con Rooster Cogburn.

    Tal vez y reconsidere ver la versión original, entretanto la próxima vez que escuche el nombre de John Wayne, ya tendré una idea de quién, lo que hizo por el género del oeste y tendré una buena referencia gracias a su desempeño en Más Corazón que Odio.

   Gracias por acompañarme, veamos que nos depara el futuro...

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