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Mi ingreso a Una Galaxia Muy Muy Lejana sucedió durante el lanzamiento de las ediciones especiales de 1997. Era tan sólo un niño cuando presencié un destructor perseguir a una nave rebelde de una forma visual que cambió mi forma de percibir no sólo el mundo del entretenimiento sino incluso mi propia y limitada realidad en la que me encontraba en ese entonces.
Recuerdo como si fuera ayer cuando mis familiares les aseguraban a mis padres de tratarse de una fiebre que se me quitaría de un día al otro. En lo absoluto, no me avergüenza decir que hasta la actualidad no sólo sigo siendo un seguidor, sino que he disfrutado de cada una de las precuelas, secuelas, animaciones, series, videojuegos, libros… lo que sea.
He recibido comentarios de odio, me han criticado y he sido juzgado por mi constante apoyo de esta saga que, en lo personal, aprecio y valoro por todo lo que me ha aportado, no sólo en materia de entretenimiento sino en mi formación personal. Cuestión de gustos es con lo que suelo defenderme para ponerle fin a comentarios de los cuales no me veo en la necesidad de discutir ni mucho menos justificar.
Dicho eso, ahora sí nos adentramos al desafío que va sobre aquellas películas que no nos gustaban hasta que aprendimos a apreciarlas conforme crecíamos. Lo primero que se me vino a la mente fue cuando solía hacer maratones de la trilogía clásica de Star Wars, ya que, durante 2 años, solamente existieron los Episodios 4, 5 y 6.
Yo feliz de llegar cada tarde de la primaria a mi habitación y ponerme a revivir las aventuras de Luke, Han y Leia a través de mis sets de micromachines de los cuales sigo conservando hasta la fecha, tal como pueden observar.
De todos los episodios, mi favorito en esa época era el Episodio VI: El Retorno del Jedi. Todavía recuerdo que después de reproducir el VHS del Episodio IV: Una Nueva Esperanza, solía brincarme el Episodio V: El Imperio Contraataca porque me parecía aburrida y deprimente. A excepción de la batalla de Hoth y el duelo entre Vader y Luke seguido de la gran revelación de “Yo Soy Tu Padre”.
¡OBVIO!
Me temo que esas secuencias de acción eran demasiadas cortas ante toda la trama existencial desprendida en las sesiones de entretenimiento entre Yoda y Luke. Ni se diga de la horrible y tenebrosa ambientación del planeta Dagobah. Oh, y sumándole el romanticismo entre Leia y Han, y lo fastidioso que era C-3PO al no quedarse callado… lamento decirlo que como niño, carecía de una cabeza para procesar toda esta información, mucho menos para darle un sentido.
Tan siquiera toleraba la persecución imperial de Han y Leia, Boba Fett y Darth Vader despertaban siempre mi interés al verlos juntos y tener un vistazo del Emperador me ponía a pensar en su identidad y origen. De ahí en fuera, me ponía a pensar en otras cosas cuando se aventaba el entrenamiento de Luke, incluso le adelantaba para irme directo a la acción en la ciudad de las nubes. Lo que fuera por no sentirme culpable porque muy dentro de mí sabía que este episodio intermedio era importante, sólo me faltaba el contexto histórico de las precuelas y sumarme un par de años para entenderlo lo cual así fue.
Ahora que lo analizo con calma, me siento un poco culpable de haber descartado lo que muchos asumen ser la mejor película de la Saga de Star Wars. Hoy en día con la Segunda Temporada de Andor, el Episodio III: La Venganza de los Sith y Rogue One, digamos que tengo mis dudas. Sigo defendiendo a El Retorno del Jedi, por nada me iba derechito a verla reproducir el Episodio IV.
Desconozco el momento exacto en que finalmente vi a El Imperio Contraataca por lo que realmente era, una joya narrativa trascendental y la razón por la que Star Wars se posicionó como la mejor en la industria del cine. Tal vez, sucedió con el Episodio II: El Ataque de los Clones, en esa época era un adolescente y medio recuerdo lo consciente que estaba de la caída de Anakin Skywalker. Mientras se daba la espera, se me vino a la mente que la mejor manera de entenderlo sería a través de los diálogos de Yoda y Luke.
Y sí que cuanta enseñanza había al alcance de mis manos, naturalmente me arropé por así decirlo. Comprender que Yoda estaba poniendo a prueba a Luke en sus locuras para medir su temperamento. Darse cuenta de lo mucho que se parecía a su padre, por la imprudencia y la desesperación de andar siempre en movimiento, viendo al futuro y no viviendo en el presente.
Estas eran acciones con las cuales yo me identificaba porque como deseaba a morir que los días pasasen volando para dejar atrás la Preparatoria porque era demasiado frustrante y angustiante tener que lidiar con la presión social y la incertidumbre de los miles de futuros apocalípticos que me esperaban. Las expectativas generadas o aparentar estar bien cuando por dentro te estás muriendo ante la incomprensión y la constante depresión por sentirme un fraude.
Sí, era un paranoico y a su vez era mi propio juez porque como me castigaba día a día. Creo que ni sumando todo lo malo que decían sobre mí hubiese sido suficiente para superar la pésima opinión que tenía sobre yo mismo.
Entonces, fue gracias a El Imperio Contraataca que comencé a entender de que dependía de uno mismo salir adelante. Enfrentarme a mis miedos, dejar el pasado atrás porque de lo contrario me quedaría atorado en este eterno sufrimiento. Al final uno sí que es responsable de su alma, no tanto del destino, uno carga lo que quiere cargar mientras se adentra a esa cueva para ponerse a prueba y esperar a que algo bueno salga de ello.
George Lucas comentó en su momento que El Imperio Contraataca podría molestar a aquellos niños que vieron la primera por centrarse en un tema de adultos, que era fácilmente el crecer y lidiar con nuestros temores. A parte de que el tono era oscuro, violento hasta el grado de haber tortura, un ritmo pausado y momentos inquietantes como cargaditos de espiritualismo por el enfoque de la Fuerza.
Lo mismo dijo de La Venganza de los Sith y vaya giro que se dio porque conforme pasan las décadas, ambas siguen adquiriendo prestigio por las nuevas generaciones que la descubren gracias a las series televisivas, animaciones y a la trilogía secuela.
Ahora sí que entiendo la importancia sobre el tamaño no importa para llevar a cabo grandes hazañas, que el problema en no lograr un cometido se debe a la desconfianza que se tiene uno de sí mismo. Todo está en la mente, porque sin duda no hay un peor enemigo que uno mismo. Ese frío o escalofrío, terquedad o impulsividad, lo mejor es empezar desde cero y desaprender todo lo malo que hemos aprendido o se nos ha inculcado.
No comprendía el por qué Luke vio su cara cuando destruyó el casco de Vader, y era porque su mayor miedo era convertirse en eso mismo que deseaba destruir. A veces no nos damos cuenta que inconscientemente vamos marcando nuestra perdición y si no fuese por esta escena memorable, me temo que hubiese tenido la oportunidad de sobrevivir. No me avergüenza decirlo, estoy seguro que si no fuera por Star Wars, no estaría vivo en este instante.
El Imperio Contraataca me mostró cómo la vida puede llegar a ser tan dura, frustrante e intensa incluso con nuestros héroes. Luke descubrió que su padre es el Señor de los Sith tras perder su mano, Han terminó siendo torturado y congelado, Leia se quedó sin otro ser querido y Yoda siguió viviendo solo en el exilio. No se diga de la Alianza Rebelde, que tras su primera victoria con la estrella de la muerte a duras penas logró escapar.
No hay mejor forma de ver cómo la maldad suele tener todas las ventajas, en este caso El Imperio, pero la esperanza en la valentía y perseverancia de uno, es lo que marca la diferencia y el elemento inspirador para alzar el brazo y sacar esa nave o problema del pantano y literalmente mandarlo a volar.
Así como solitos nos caemos en el lodo, así mismo tenemos la capacidad de salir de ese agujero. No podemos darnos el lujo de dudar, porque si tu no crees en ti, cómo esperas que los demás crean en ti. Por más difícil que parezca, tenemos todo lo que necesitamos para adentrarnos en esa cueva y enfrentarnos a nuestros demonios.
Por decir que la cueva en Dagobah puede aplicarse a cualquier problemática que se tenga. En mi caso fue un salvoconducto para mantenerme a flote en esos terribles años que experimenté como preparatoriano. Hacer o no hacer, no hay intentos. Oh se elige vivir o morir; tal como Ahsoka tuvo que decidir en el asombroso episodio de Shadow Guardian.
Me falta todavía la paciencia porque al igual que Luke, me desespero cuando las cosas no salen a mi manera, pero la clave está en la sabiduría obtenida en los errores cometidos y en la paciencia que se debe de tener para aprender de estos tal como fue la situación de Luke Skywalker. No hay mejor maestro que el fracaso para el crecimiento personal y espiritual.
Efectivamente, como niño me faltaba cabeza para captarlo e irónicamente como adulto, me falta la paciencia para aplicarlo, pero es parte de la vida como se nos mostró en el Episodio VIII: Los Ultimos Jedi donde el reencuentro entre Luke y Yoda nos muestra cómo las enseñanzas en El Imperio Contraataca siguen siendo importantes y necesarias en este mundo en que nos encontramos.
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