martes, 25 de noviembre de 2014

La novela y película de Memorias de Una Geisha (Memoirs of A Geisha)


La novela de Arthur Golden es una maravilla tanto cultural como histórica ya que abarca la biografía ficticia de una Geisha antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Dentro de este mundo se descubre lo que significa verdaderamente ser una Geisha. Interesantemente podría asimilarse como un apartado del modelaje, donde en este caso las Okiyas son las empresas.  

Una Geisha no puede compararse con una prostituta, son totalmente distintas, coincidirán en una acción  pero no se torna a la ligera sino se compra bajo la apuesta del mejor postor. Una geisha es una artista porque detrás de ese  misterioso maquillaje y vestimenta, hay una mujer entrenada en el arte de la conversación, el poder de la danza y la música.

La voz de Chiyo Sakamoto alias Sayuri  es la que escuchamos conforme leemos esta narrativa adictiva. Si te gustó la película, te va a fascinar leer este libro. Contextualmente hablando, esta travesía consiste en el desarrollo de una niña de nueve años que es separada de sus padres y hermana, con el inevitable fin de aspirar a esta profesión. Si se rehúsa deberá permanecer como sirvienta hasta poder pagar sus deudas las cuales son imposibles de cubrir.

Ciertamente te pone a cuestionar sobre dicha existencia, pero bajo ese extremo, de qué otra forma pudieran sobrevivir estas pobre mujeres. Ritual tras ritual, negociación tras negociación y servicio tras servicio, si te pones a pensar realmente no difiere de nuestra realidad. Para todo hay un protocolo a seguir bajo una apropiada conducta. La imagen lo es todo y hoy en día no es la excepción, al igual que la conversación, si no se posee ambos, difícilmente triunfarás.  
 
Obviamente la adaptación cinematográfica resume las 650 páginas de la versión de bolsillo, pero la esencia es bastante fiel. Se hicieron ajustes como la salida de Hatsomono, ya que nunca incendió la casa y la fuerte participación de la Abuela se dedujo a un cameo. La conspiración, las negociaciones, las clases, el mizuage y su previa preparación se delimitaron a escenas concisas y directas. Ya si uno quiere conocer el trasfondo, fácil como conseguir la novela.  

Entre algunas notables alteraciones fueron simplificar las verdaderas intenciones de Mameha quien después de todo no lo hizo de a gratis; Sayuri empezó desde niña y no de adolescente, incluso tuvo varios años y largos periodos de descanso antes de debutar; el Barón nunca ganó la apuesta, de hecho el Doctor Cangrejo terminó apostando mucho dinero.

Había mucho contenido después de la venta del mizuage, ya que Sayuri había tenido un danna en oposición a la película. De ahí el resto de las acciones importantes se mantuvieron lo cual debe agradecerse la dedicación de Rob Marshall por proyectarnos esa inigualable belleza y exotismo. Cabe destacar que tuvo nominada a seis Premios de la Academia de los cuales se acreditó Cinematografía, Dirección de Arte y Vestuario.

Es una lástima que John Williams no haya ganado por la composición musical ya que su propio concepto significo un autentico reto por estar fuera de su liga. Indudablemente este hombre es un genio y dado a su melodía misteriosa bautizada en tonos exclusivos para cada uno de los personajes, el contagio emocional disparó la dirección de Marshall.    

Surgió bastante controversia por haber ingresado artista chinas a este relato japonés, pero a pesar de ellos Zhang Ziyi hizo un gran papel al personificar a esta aclamada figura de la literatura. Lo mismo se diría de Michelle Yeoh y Going Li porque se esforzaron tanto por adoptar estas viejas costumbres durante su entrenamiento en un campamento de Geishas. Cada uno de estas dinámicas e interacciones son relevantes para el lector y se aprecia que se hayan respetado al pie de la letra.    

Tampoco descartemos a Ken Watanabe quien en este entonces estaba a la moda tras aparecer en El Último Samurái y Batman Inicia. Era obvio que dentro del rol del Presidente, se trataba de la perfecta elección. Tanta elegancia, misterio y porte no podía salir desapercibido. En cierto modo se benefició ya que aquí contó con mucha más presencia que en la novela, incluso más que Nobu-San.  


Pese a su magnífica cinematografía reforzada por su recreación artística de un Japón durante la guerra, Memorias de Una Geisha no fue un triunfo taquillero en comparación con la novela, tampoco hubo mucha pérdida económica ya que lo que se ganó fue prestigio ya que las novelas no tienden a ganar estatuillas. Sin embargo se comprende el estilo americano en que se desenvuelve en lugar de la fidelidad japonesa del inclusive autor americano.  

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