La
novela de Arthur Golden es una maravilla tanto cultural como histórica ya que
abarca la biografía ficticia de una Geisha antes, durante y después de la
Segunda Guerra Mundial. Dentro de este mundo se descubre lo que significa
verdaderamente ser una Geisha. Interesantemente podría asimilarse como un
apartado del modelaje, donde en este caso las Okiyas son las empresas.
Una
Geisha no puede compararse con una prostituta, son totalmente distintas, coincidirán
en una acción pero no se torna a la
ligera sino se compra bajo la apuesta del mejor postor. Una geisha es una
artista porque detrás de ese misterioso
maquillaje y vestimenta, hay una mujer entrenada en el arte de la conversación,
el poder de la danza y la música.
La
voz de Chiyo Sakamoto alias Sayuri es la
que escuchamos conforme leemos esta narrativa adictiva. Si te gustó la
película, te va a fascinar leer este libro. Contextualmente hablando, esta
travesía consiste en el desarrollo de una niña de nueve años que es separada de
sus padres y hermana, con el inevitable fin de aspirar a esta profesión. Si se rehúsa
deberá permanecer como sirvienta hasta poder pagar sus deudas las cuales son
imposibles de cubrir.
Ciertamente
te pone a cuestionar sobre dicha existencia, pero bajo ese extremo, de qué otra
forma pudieran sobrevivir estas pobre mujeres. Ritual tras ritual, negociación
tras negociación y servicio tras servicio, si te pones a pensar realmente no
difiere de nuestra realidad. Para todo hay un protocolo a seguir bajo una
apropiada conducta. La imagen lo es todo y hoy en día no es la excepción, al
igual que la conversación, si no se posee ambos, difícilmente triunfarás.
Obviamente
la adaptación cinematográfica resume las 650 páginas de la versión de bolsillo,
pero la esencia es bastante fiel. Se hicieron ajustes como la salida de
Hatsomono, ya que nunca incendió la casa y la fuerte participación de la Abuela
se dedujo a un cameo. La conspiración, las negociaciones, las clases, el
mizuage y su previa preparación se delimitaron a escenas concisas y directas.
Ya si uno quiere conocer el trasfondo, fácil como conseguir la novela.
Entre
algunas notables alteraciones fueron simplificar las verdaderas intenciones de
Mameha quien después de todo no lo hizo de a gratis; Sayuri empezó desde niña y
no de adolescente, incluso tuvo varios años y largos periodos de descanso antes
de debutar; el Barón nunca ganó la apuesta, de hecho el Doctor Cangrejo terminó
apostando mucho dinero.
Había
mucho contenido después de la venta del mizuage, ya que Sayuri había tenido un
danna en oposición a la película. De ahí el resto de las acciones importantes
se mantuvieron lo cual debe agradecerse la dedicación de Rob Marshall por proyectarnos
esa inigualable belleza y exotismo. Cabe destacar que tuvo nominada a seis
Premios de la Academia de los cuales se acreditó Cinematografía, Dirección de
Arte y Vestuario.
Es
una lástima que John Williams no haya ganado por la composición musical ya que
su propio concepto significo un autentico reto por estar fuera de su liga.
Indudablemente este hombre es un genio y dado a su melodía misteriosa bautizada
en tonos exclusivos para cada uno de los personajes, el contagio emocional
disparó la dirección de Marshall.
Surgió
bastante controversia por haber ingresado artista chinas a este relato japonés,
pero a pesar de ellos Zhang Ziyi hizo un gran papel al personificar a esta
aclamada figura de la literatura. Lo mismo se diría de Michelle Yeoh y Going Li
porque se esforzaron tanto por adoptar estas viejas costumbres durante su
entrenamiento en un campamento de Geishas. Cada uno de estas dinámicas e interacciones
son relevantes para el lector y se aprecia que se hayan respetado al pie de la
letra.
Tampoco
descartemos a Ken Watanabe quien en este entonces estaba a la moda tras
aparecer en El Último Samurái y Batman Inicia. Era obvio que dentro del rol del
Presidente, se trataba de la perfecta elección. Tanta elegancia, misterio y
porte no podía salir desapercibido. En cierto modo se benefició ya que aquí
contó con mucha más presencia que en la novela, incluso más que Nobu-San.
Pese
a su magnífica cinematografía reforzada por su recreación artística de un Japón
durante la guerra, Memorias de Una Geisha no fue un triunfo taquillero en
comparación con la novela, tampoco hubo mucha pérdida económica ya que lo que
se ganó fue prestigio ya que las novelas no tienden a ganar estatuillas. Sin
embargo se comprende el estilo americano en que se desenvuelve en lugar de la
fidelidad japonesa del inclusive autor americano.
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