Desde que vi las dos primeras dos temporadas de La Corona, quedé fascinado ante la belleza, vulnerabilidad y fuerza que proyectaba la talentosa Vanessa Kirby como la Princesa Margaret.
A parte de sus participaciones llenas de personalidad en Misión Imposible, Napoleón, Everest y me falta por verla en Los Cuatro Fantásticos donde se dice que termina por robarse la función lo cual no me extrañaría dada la tremenda capacidad en la que se desenvuelve esta joven actriz, por decir que siempre deja buenas cosas que decir al respecto y este drama callejero lo respalda de principio a fin.
Una mujer desesperada hace hasta lo imposible por tratar de recaudar dinero para lograr comprar la casa de sus padres y así evitar ser desalojados a la mañana siguiente. Sin embargo, líneas tendrán que cruzarse y eso la hará enfrentarse con un terrible pasado cuyo trauma ha permanecido acechándole desde los 16 años y que nadie en su supuesto círculo de amigos y familiares, parece preocuparse en lo más mínimo por su salud mental al considerarla un caso tóxico y sin solución.
Confieso que ni siquiera había visto los avances, ni me había enterado de la existencia de esta producción. Así que, ni idea de qué esperar al reproducirla. Solamente vi el nombre de Vanessa Kirby y con eso fue suficiente para correr el riesgo y vaya que no decepciona, al contrario, desde que inicia se nos bombardea con una realidad actual que es inquietante para cualquiera que se encuentran en dicha situación o ha sabido de alguien que está a punto de perder su casa por cuestiones económicas.
No es nada nuevo el asumir que cuando vemos a personas sin casa deambular en las calles, optemos por creer que es porque algo hicieron mal y por ende se lo merecen cuando la terrible realidad es que con la inflación y la inestabilidad económica del mundo, hoy en día cualquier podría verse envuelto en esta batalla para vivir ya no bien sino lo más decentemente posible con lo mal que son pagados los trabajos y el alto precio que uno tiene que pagar para comer.
Los primeros cinco minutos se nos introduce esta realidad capitalista y económica en la que se encuentra sometido cualquier país del mundo, y de ahí brincamos a Lynette quien está haciendo todo lo posible por cuidar a su familia, compuesta por su madre y hermano, y para cuidarla se ha puesto de objetivo usar el dinero de su madre y sacar un préstamo en conjunto para negociar la casa en la que siempre han vivido y así evitar ser próximamente desalojados.
Suena fácil, pero he aquí el giro en sí es que su madre siempre ha estado en contra de ella y sus ideas y debido a esta falta directa comunicación, sobre todo de honestidad, la madre la sabotea al decidirse por gastarse todo su dinero en un lujo suyo y he aquí orillando a su hija a volver a los malos pasos porque no conoce de otra manera para salir adelante. Es la única forma en la que ella ha peleado desde que tenía dieciséis años ya que su madre nunca se molestó en tratarla tras la huida del esposo.
Como productora y protagonista, Kirby nos presenta la mejor actuación de su carrera, en la piel de Lynette, cuya inseguridad se debe al pasado turbio en que se desenvolvió y he aquí su conducta tóxica impulsada por sus malas amistades y una madre ausente en toda la extensión de la palabra, pero siempre presente para regañarla y hacerle recordar la gran molestia que sigue siendo. En pocas palabras: Lynette es el saco de boxeo en el que todos se proyectan, se desquitan y pisotean para sentirse superiores.
“La amistad no tiene precio”, una frase que se lo dice su amiga “cercana” al negarse a devolverle su dinero prestado, ya que se ha vuelto en su misión aprovechar toda la noche para conseguir el dinero necesario para dar el enganche y así sacar el préstamo. Como siempre, sin el apoyo de la madre que al contrario, la presiona y obliga a que se haga cargo de su hermano quien lamentablemente tiene una condición que sólo complica aún más su situación porque pese a quererla, también la condena por sus acciones al no comprenderla a causa de su condición.
Y eso no es todo, durante esta travesía nocturna, uno de sus clientes sexuales la denigra, un supuesto amigo termina robándole y un proxeneta la condena con un violador como medio de justificación.
¿Y qué hace ella?
Ella hace lo que su madre dice que haría cualquier mujer, defenderse del peligro acechante, aunque tenga que cruzar la línea porque no le dejan alternativa, y es lo que en momentos nos hace que cerremos los ojos y esperar a que pase lo peor. En efecto, se necesita de mucha paciencia y estómago para procesar cada escenario de esta infernal noche de la cual deseamos jamás vernos envueltos.
La Noche Siempre Llega se presta para ser una moraleja de que pase lo que pase, para bien o para mal, podemos encontrar cierta claridad en esta oscuridad de la noche. Al igual que el día, la noche representa una oportunidad de encontrarle solución a los problemas, aunque no de la forma que muchos considerarían “correcta”.
Es fácil condenar esas acciones a simple vista, más se convierten en otra historia si nos vemos sumergido en estas, por decir que nos hacen cuestionar de lo prejuiciosos que solemos ser y de la doble moral que siempre cargamos a conveniencia. La terrible realidad a la que somos recordados es que solemos estar solos cuando más necesitamos de alguien, y si toda tu vida depende de malas relaciones y malas decisiones, lo más seguro es que dependerá de uno mismo salir adelante por más que te niegues a verlo.
Hay una escena justo al final entre Vanessa y Jennifer Jason Leigh, esta segunda interpretando a la madre, que nos dejan con la boca abierta. Estamos hablamos de un conflicto intenso entre madre e hija en donde ninguna de las dos puede ganar porque cada una está en su propio campo de batalla, y lo sentimos por Lynette porque siendo la hija, ser despreciada y abandonada por su madre es terrible de presenciar y más cuando su hija siempre la ha esperado. Ambas merecen la nominación por sus actuaciones, es que esta escena te vuela la cabeza y te hace sentir una montaña rusa de emociones.
En el pasado, Jennifer había tomado papeles odiosos pero aquí excede las expectativas al lucir su inmadurez y supuesta franqueza, más que nada es una idiota que se preocupa por su otro hijo pero que no parece estar al tanto de éste debido a la condición en que se encuentra, y ver como ya lo tiene todo solucionado para ella y su hijo, revelándole a su hija que se las ingenie ella solita, funciona para que Lynette luche por ella misma, en lugar de seguir desperdiciando sus esfuerzos en una familia que no la soporta.
Por más sencilla que parezca, este drama de 108 minutos es compleja e incómoda de ver a todo momento, pero gracias a la dirección de Benjamín Caro y a las estables actuaciones de las protagonistas y compañía, es una película que nos muestra una terrible realidad de la cual esperamos nunca vernos envuelto.
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