Billy Hope lo tiene todo, una hermosa esposa, una simpática hija, una
mansión, carros, fama y mucho dinero. Esto gracias a arriesgada racha invicta
de boxeador, arriesgada en el sentido en dejarse llevar por su odio poniendo en
la línea su salud para conseguir ese fatal pivote que le permitirá ganar la
batalla y seguir siendo el campeón indisputable.
Tenía un buen rato que no le veía un profundo drama al director
Antoine Fuqua. En sus últimos años ha sobresalido con producciones de acción y
aquí no es la excepción al coordinar las secuencias en el ring. Tanto realismo
físico impulsado por un excelente desenvolvimiento de sus actores quienes
capturaron la esencia en conjunto con el equipo técnico.
Nada que ver con Día de Entrenamiento aunque desde cierto enfoque, retomó
un par de elementos mezclándolos a la vez con la violencia de El Justiciero.
Fuqua nos impresiona con una intensa trama que nomás no te dejará respirar en
sus dos horas de duración. Absolutamente conmovedora que sería un robo si no
obtuviera alguna nominación y/o reconocimiento.
El guión de Kurt Sutter sobresale por enfocarse en la vulnerabilidad
del protagonista. Se trata de una travesía de redención correctamente
estructurada y dialogada. No es nada fácil hacer esta clase de historias
teniendo de frente a Rocky y Million Dollar Baby, y aún más tratándose de su
primera vez. Así como lo escuchan, Sutter debutó de la forma más asombrosa
posible.
Concuerdo en que esta adaptación finalmente le concederá la nominación
a Jake Gyllenhaal e inclusive podría atribuirle su tan merecido Oscar porque su
caracterización como Billy Hope se simplifica a una sola palabra: épica. Desde
que entra en escena, uno al instante se engancha con su persona y sufre
conforme experimenta estas devastadoras facetas.
Es tanta nuestra preocupación que al lado de Oona Laurence, es difícil
no sentir como se nos desgarra el corazón. En serio, es oleada tras oleada de emociones
desatadas que concluyen en un poderoso e inspirador recorrido lleno de
adrenalina en la mejor calidad posible. La definición de tocar fondo nunca
había sido tan explícita como la resurrección gracias a este trabajo en equipo.
Es de esperarse una cátedra por parte de Forest Whitaker, no suelen
darle trabajo pero cuando se lo dan, vaya que es un placer de observar. Rachel
McAdams causa una gran impresión, difícil de olvidar en contraste con Curtis “50
Cent” Jackson a quien quisiéramos ahorcar y tanto Víctor Ortiz como Naomi
Harris se desenvuelven con destreza en sus respetivos roles secundarios.
Cinematográficamente hablando, siguió las reglas de su propio mundo.
No parece alejarse de la realidad sino lo opuesto, la acepta por lo brutal que
puede tornarse en un segundo. Enseguida retransmite esta atmosfera a través de
sus oscuras tonalidades. No hay nada bello en las peleas profesionales, el rojo
de la sangre derramada se infiere en las expresiones de los combatientes.
Esto me lleva a la edición y al sonido porque indudablemente este
departamento se merece un fuerte aplauso por la forma tan real en que se
perciben dichos combates. Presenciar tanto a Gyllenhaal como McAdams sangrar de
sus bocas te deja boquiabierto. Aunque siendo honesto, eso es poco en
comparación con la secuencia conclusiva.
Si la suma de todos estos aspectos técnicos elevó la de por sí memorable
interpretación de Gyllenhaal, ahora la música del difunto de James Horner,
terminó llevándola al siguiente nivel de la cual muchos dramas de esta índole
ya quisieran tener. No cualquiera nos entrega una lección de vida, pero
Revancha lo hace mediante un brutal y doloroso golpe de conciencia.
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