domingo, 17 de marzo de 2019

Merlí T1-C10

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Es el momento de los escépticos y vaya que tenía otro concepto al respecto. Saber que eran personas opuestas a la filosofía ya que sólo se dedicaban a observar, analizar y quedarse callados. Siempre sin intervenir en la realidad (Epojé = suspensión del juicio). Casi desde mi niñez estuve siendo un escéptico por lo que comprendo bastante este concepto y al igual que Merlí, a veces es necesario hacer algo al respecto como fue su caso al exponer la urgencia de Joan con el hospital. Su conducta fue inapropiada en su momento, tal como se lo recrimina Tony pero lo que hizo Merlí es entendible.

Observamos un intenso involucramiento de los padres en este capítulo, Gina como toda madre se preocupa porque el inmaduro e infantil de Gerard se va de la casa para castigarla. Inclusive Mónica se lo hace saber en su cara porque el comportamiento de Gerard es intolerante y hasta radical. Me gusta que Merlí haya sido tanto claro con él y Gina, y al final todo resultó como debía resultar. En cuanto a Joan, de principio a fin fue el estrella ante su forma de expresar sus emociones, hubo dos escenas, una con Merlí y la otra con sus padres que nos demuestra que a veces uno tiene que sacar lo que tiene adentro para hacerse escuchar. Memorables actuaciones.

Se tiene que tener mucho cuidado, no ponerse en riesgo tampoco sino siempre hallar la forma, porque de que la hay, siempre la hay. Tantas relaciones complicadas, no todo va bien para Eugeni que pese a criticarle a Merlí termina dando un frenón ante la insistencia de Mireya con quien nomás no logra avanzar y qué se puede decir de Bruno, el procedimiento de Pol era de esperarse y es ahí donde Bruno vuelve a caer en ese descontrol que lo hace finalmente ser expulsado por Santi. Estas frustraciones son difíciles de manejar y la serie ha hecho un magnífico trabajo en su ejecución.

Lo que he aprendido es que realmente los hijos solemos ser unos cabro*** porque bien sabemos las debilidades de nuestros padres y también hay padres que lo son porque les cuesta trabajar aceptar que sus hijos nunca van a ser como ellos quieran que sean. El único modo de resolver este asunto radica en callar, escuchar y aceptarlo. Llegar a un mutuo entendimiento porque de lo contrario, nunca habrá y sin paz, nadie podrá aspirar a la felicidad que es lo que realmente se quiere y no sólo para uno sino para ambas partes.

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