miércoles, 1 de enero de 2025

Cartas a Julieta 2: Un Amor igual al de Julieta

 Se siente como si fuera ayer cuando viajé por primera vez a Verona para festejar mi luna de miel anticipada con Víctor, en ese entonces mi prometido. Me da gusto que nuestra separación no haya sido tan dura al menos para él: de hecho, seguimos siendo buenos amigos hasta la fecha. No hay rencores ni nada por ese estilo, se puede decir que terminamos en buenos términos que es lo importante.

Incluso, cada que tengo oportunidad acudo a visitarlo al restaurante y de paso me quedo a comer porque en efecto sí que revolucionó los fideos al mezclarlos con unos guisados que solía comer cuando vivía en México, antes de haberse ido de intercambio. Sabré más de él que él de mí, pero está bien, al final de cuentas era escritora así que siempre he sido buena para escuchar, y verificar, je je.

Me da gusto verle tan feliz con su esposa, la administradora de su propio restaurante. Una historia para otra ocasión, lo único que puedo decir es que Víctor sigue siendo él mismo, no ha cambiado para nada y siendo mejor aún, lo bien que se adaptan como pareja porque ambos entiende de comida. Eso sí, me lo tienen bien controlado y era de esperarse con esos hijos que sueñan con convertirse en chefs al igual que su padre, por lo que siempre están ahí metidos en la cocina ayudándole mientras la madre hace control de daños.

Confieso que siento cierta envidia, no me malinterpreten, me da gusto que lo nuestro no haya podido ser y lo digo tranquilamente porque de lo contrario, Victor nunca hubiese sido feliz conmigo. Mucho menos ahora que me encuentro atrapada en un pasado que no resultó ser lo que creía, y es que no me atrevo a usar mis palabras para describir por lo que estoy atravesando. Mejor, sólo me limito a comentar que los finales felices ya no parecen ir conmigo.

Tal vez y se deba a que espero demasiado de mí o de los demás. Ya no sé qué pensar, me siento confundida, sola y abandonada. Todo era más fácil cuando tan sólo era una verificadora de datos y ahora tras haber publicado dos novelas y haber conseguido un Bestseller, no tengo la menor idea de qué es lo que sigue. Por decir que tengo bastante tiempo sin escribir que he tenido que desconectar mi celular para que no entren las llamadas desesperantes de mi agente literario.

Pero por más que me encierre en mi departamento, atada a mi escritorio para obligarme a escribir lo que sea que se me venga a la mente, las palabras nada más no cobran vida. Es lamentable quedarme viendo al teclado con los dedos inmovibles. En el exterior es puro silencio mientras que el dolor es ruidoso en los rincones más oscuros de mi cabeza. No dejó de pensar en el “Sí hubiera”, esas dos palabras que juntas tienen la capacidad de acosarte de por vida, y en parte yo tengo la culpa.

Es difícil de explicar, por qué de seguro se estarán preguntando sobre Charlie “El salvador de la Humanidad” o “El cerdo elitista de Oxford”, al menos ya puedo bromear sobre eso cada vez que recuerdo lo nuestro en Verona. Sí, seguramente cuento con tu atención porque resulta que después de publicar mi libro sobre Claire y su Lorenzo, tenía que contar también la historia de cómo me enamoré de mi Charlie. Me temo que una va ligada a la otra, por más que pretenda separarla.

A pesar de que han pasado los años desde que nos divorciamos, no lo odio. Siendo sincera, nunca lo he odiado por haberse ido ni mucho menos lo culpé por la tragedia que pasó entre nosotros. Hicimos lo que pudimos, pero al final el amor no fue suficiente para garantizar un final feliz, ni siquiera para salvar el matrimonio. Éramos demasiado jóvenes en ese entonces, ingenuos, sobre todo yo al creer en el destino porque al final de cuentas, Charlie terminó teniendo la razón. Siempre la tuvo.

No existe el amor verdadero, nada que se le acerqué a lo que sintió Julieta. Irónicamente tenemos algo en común, ninguna de las dos pudo quedarse con su Romeo, a excepción de Claire. Como la echó de menos, era una madre para mí y me duele referirme a ella en tiempo pasado dado que hace poco me enteré que había muerto. Entre que todos lo familiares lo publicaban en sus redes sociales o redactaban emails, Lorenzo fue tan amable de escribirme una carta con su puño y letra, porque todavía se sigue haciendo, para pedirme de favor que le acompañara al entierro de su amada esposa.

Por un momento la pensé, porque de seguro Charlie estaría ahí y no sabía sí me encontraba lista para enfrentarlo de nuevo. Cara a cara. Justo a los ojos. Era una sensación dolorosa e incomoda de sólo pensarse ya que a veces se sentía como si fuera apenas ayer cuando nos embarrábamos las caras con los conos de nieve o cuando caminábamos por las calles empedradas del centro de Siena. Enamorándome locamente y perdidamente de alguien que no era correspondido, e irónicamente terminó no siéndolo después de todo.

Imagino que pueden darse una idea de lo roto que yace mi corazón, y de lo mal que estoy de la cabeza ante la montaña rusa de emociones que me invaden de adentro hacía fuera. Obvio que tenía que acudir al llamado, no podía quedarme aquí encerrada para siempre, en algún momento tenía que salir. Además, no podía hacerle eso a Lorenzo, no cuando Claire confió en mí para ayudarla a reencontrarse con él 50 años después.

Eso me recuerda a la carta que le respondí en nombre de Julieta, todavía siento escalofríos al recordar a Claire leer mis palabras durante su boda. Me temo que su significado se ha deteriorado con el tiempo porque ese valor del que hablaba ahora no tiene sentido porque estoy segura que no existe el amor verdadero como alguna vez creí. No después de lo que pasó entre Charlie y yo. ¿Cómo podría?

Sin embargo, no había regresado a ese precioso viñedo de la Toscana llamada Caparzo para lidiar con lo que no pudo ser, había regresado para darle el tan merecido cierre que se merecía Claire. Es lo menos que podía hacer, después de todo estuve en el principio de su más grande aventura en el nombre del amor, obvio que tenía que estar en el fin y sí eso significaba tener que mirar a Charlie en la cara y fingir con toda mi alma de que me encontraba bien, pues que así sea y lo fue, pero antes de eso pude visitar a mis amigas, las famosas secretarias de Julieta.

Fue triste enterarme de que Donatella había muerto hace un par de meses, todavía se sentía su ausencia en las miradas de Francesca, María e Isabella. Fuera de eso, me brindó alegría el quedarme un rato con ellas en el Restaurante Trattoria disfrutando de los exquisitos bocados que recién nos traía la cocinera Angelina, que para mi sorpresa todavía seguía viva y coleando. Ojalá pudiera llegar a la edad de la madre de Isabella y estar así de activa.

Obvio que no me pude marchar sin primero ayudarles a responder algunas de las cartas que venían escritas en inglés. Hice lo que puede por darle tanta importancia al asunto de Charlie porque era de esperarse que quisieras saber los detalles, a lo que simplemente me limitaba a decir que era cosa del pasado, más que limitarme era insistir en la misma excusa ensayada aunque no se lo creyeran. Dentro de mí seguía segura de que volver a verlo se resumiría a un encuentro pasajero y sin importancia, con algo de suerte y hasta pueda que me lo creo. Lamentablemente no fue el caso, en lo absoluto.

¿Cómo intentar describir todo lo que me hizo sentir al tenerlo tan cerca de mí? Era como si el tiempo nunca hubiese pasado entre nosotros. Como sí de alguna manera nunca nos fuimos ni mucho menos nos dejamos de amar, así de tan ilusa era, quería creer que eran viejos hábitos de un corazón que buscaba ser amada con tanta desesperación e incomodidad, porque eso sentía cada vez que lo miraba a los ojos. Esos mismos ojos que atravesaron mi corazón la primera vez que me fijé en ellos.

A duras penas intercambiamos un saludo porque Lorenzo se interpuso en medio de los dos para llevarnos a uno de los extremos del frondoso y amplio viñedo que fácil parecía sacado de esas postales que venden en las tiendas de turistas. Lorenzo se había decidido por enterrarla en sus tierras para cumplir con su promesa de nunca abandonarla. Casi se me parte el corazón, al acercarme a la hermosa tumba, recalcaba hermosa porque estaba forrada de toda clase de flores.

Charlie fue tan amable de darme mi espacio para así despedirme de Claire, lo cual se lo agradecí en silencio para que no me viera llorar. A la única persona a quien le mostré mi vulnerabilidad había sido Claire, justo cuando creíamos que no daríamos con Lorenzo y la presión de ese asunto provocaron que Charlie dijera algo espantoso que me recordara al abandono de mi madre. Hasta la fecha, ese consuelo que me hizo al peinarme el cabello lo atesoró con tanto valor porque fue la primera vez en que sentí ser la hija de alguien.

En cuanto Charlie se acercó para decir sus últimas palabras, di unos cuantos pasos hacia atrás topándome con Lorenzo quien llevaba una misteriosa carta entre sus manos. Lorenzo me dijo que se trataba de la última carta de su amada Claire y curiosamente la había escrito para mí. Casi se la arrebaté de sus manos sin pedirle permiso. Hablaba de lo agradecida que estaba de la vida, de haber podido disfrutar sus mejores momentos con Lorenzo, agradeciéndome de haberle ayudado. También mencionó aquello de las segundas oportunidades, de nunca ser demasiado tarde y de nunca perder la esperanza de volverlo a tener, aunque no fuere con Charlie.

Qué duro, me había hecho llorar, y es que sólo Claire podía escribir con una honestidad tan brutal. Más eso no era todo, me pidió que yo misma hiciera el mismo recorrido que hice con ella en su búsqueda por su Lorenzo, pero esta vez, dejando una huella de ella a través de sus cenizas esparcidas. Le pedí a Lorenzo que nos acompañara, pero se encontraba cansado y un poco enfermo, me temo que los años le estaban cobrando factura, así que éramos Charlie y yo otra vez.

Le di un fuerte abrazo y le dije que cualquier cosa, me llamara. Lorenzo me regresó el abrazo no sin antes decirme que pasara lo que pasara, que no me rindiera tan fácil con Charlie. Dado que como no lo hice con él, esperaba e igual se repitiese la historia. De mi parte sólo pude asentir y medio sonreírle para calmar su ansiedad.

Al principio estábamos muy callados los dos, después no podíamos dejar de hablar y vacilarnos entre nosotros conforme nos adentrábamos a Siena desde la Toscana. “He aquí por todos nuestros bien amados dondequiera que estén”, brindó con las mismas palabras con las que se expresó Claire en el mismo sitio del restaurante en donde pasamos la última noche a solas antes de reencontrarse con Lorenzo.

Escuchar las mismas palabras me trajo bonitos recuerdos que desafortunadamente había olvidado. Incluso nos atrevimos a acostarnos en el zacate y recitar ese poema que iba sobre “Duda que son de fuego las estrellas. Duda lo cierto, admite lo dudoso. Pero no dudes de mi amor”. Parecíamos unos tortolitos, ingenuos para nuestra desgracia al no tener ni la más mínima idea de que la repentina muerte de nuestro hijo terminaría por destruirnos.


¿Cuánto ha pasado? preguntó Charlie, sin despegar la mirada de la mía.

—Demasiado tiempo, a decir verdad —me limité a no verlo a la cara, para ocultar mi nerviosidad.

—¿Y cuánto tiempo más pasará para volvernos a ver? —puntualizó Charlie con tristeza al estar consciente de que en la mañana nos dirigiríamos al aeropuerto para retomar nuestros caminos por separado.

—Es lo mejor —reconforté con una ligera sonrisa, es lo menos que podía hacer.

—¿Será? —Cuestionó Charlie, a lo que yo de inmediato reaccioné para prevenir que esto escalará a un nivel indeseado por ambos.

—Vamos Charlie —me reí de nervios—, no lo compliques, no cuando la hemos pasado tan bien.

—Es a eso a lo que me refiero —insistió tras tomarme de la mano—, ya casi es mañana y no me quiero ir, no quiero dejarte.

—Charlie.

No me dejó hablar. Era evidente que tenía que hablar, así que lo dejé.

—Sólo escúchame Sophie —su mano seguía aferrada a la mía y por mí estaba bien, por que ese gesto era cálido y agradable, especialmente viniendo de éste—. Nunca debí dejarte, fui un cobarde, no supe cómo lidiar y te pido perdón.

Aguardé casi un minuto en silencio, intentando reducir la tensión en el aire.

—No tienes que pedir perdón Charlie —lo miré a los ojos ante la confianza restablecida—, yo no te culpo, como podría, nuestro bebé murió, tragedias pasan todo el tiempo y nos pasó a nosotros y por un tiempo dejé que me afectara al igual que a ti y el encerrarnos en nuestras propias prisiones fue demasiado para soportarlo.

Tuve que detenerme para tomar aire.

—Como ayudarnos si ni siquiera podíamos con nosotros —retomé la conversación en total transparencia—. Desde entonces, todo lo que he intentado es escribir la historia que pudo ser, aquella en la que nuestro matrimonio sobrevivió a pesar de la tragedia, aquella que encontró el valor de seguir adelante con mucho más amor del que se perdió.

Y hasta ahí llegué porque mi voz se tornó temblorosa debido a las lágrimas que no paraban de rodar por mis mejillas de las cuales fue tan amable de limpiarlas con su saco. Es que era demasiado para seguir ocultándolo, y a la vez algo bello de experimentar.

—Siempre me han gustado tus historias —confesó Charlie al sostener mi otra mano para ayudar a mantenerme recta—, pero más que eso, siempre me ha gustado vivirlas contigo, y aún quiero hacerlo, sí me lo permites.

Literalmente me había quedado sin aire, necesitaba respirar y con urgencia.

—Sabes —pude expresar finalmente tras recobrar el aliento—, la razón por la cual me decidí en volver a escribir fue porque aún creo en un amor igual al de Julieta, y lo digo no sólo porque lo he visto en Claire y Lorenzo sino lo he tenido contigo y el pequeño Charlie, y a pesar de todo, quisiera volver a tenerlo porque aún te sigo amando, aunque me duela, te amo Charlie.

El verle sonreír fue la chispa que hizo que mi corazón se encendiera después de haber estado apagado por muchos años.

Yo también Sophie —declaró mientras nos poníamos de pie—, sigo estando locamente y profundamente enamorado de ti y no pasa ni un día en que no piense en ti y lo mucho que necesito estar contigo y nadie más.

Me detuve porque uno de nosotros tenía que hacerlo.

Pero es muy complicado —dejé escapar pero Charlie ya estaba listo para contraatacar.

Intentémosle de nuevo —sugirió con espontaneidad, como solía hacerlo—, no dejemos que la muerte de nuestro hijo nos impida ser felices, no cuando esto es lo que queremos.

Hubo un profundo y alarmante silencio de mi parte.

Vamos —insistió al no querer darse por vencido—, me prometiste que terminarías nuestra historia.

Y tenía razón, lo había prometido porque verdaderamente era lo que quería por mucho que me rehusará a verlo.

Pero cómo le haríamos —a mi mente le costaba trabajo procesarlo—, seguimos viviendo en mundos opuestos.

Sabes —sonrió con esa misma Picardía que mostró la primera vez que lo conocí en la Casa de Julieta—, aún tengo la moneda.

¿Aquella con la que decidimos si Londres o Nueva York

Esa misma.

Suspiré ante la emocionante sorpresa.

¿Qué dices? ¿Se lo dejamos al azar?

No —rechacé al ocurrírseme algo mejor—, mejor dejemos que el destino sea quien elija.

—Me parece perfecto —coincidió con una gran sonrisa..

No nos quedó mas que besarnos ante la falta de palabras y esperar que en esta segunda oportunidad que nos dábamos, nuestro amor fuese por lo menos la mitad de lo que fue Claire y Lorenzo. Ya con eso sería suficiente para luchar por ese final feliz que nos merecíamos por más imposible que lo pareciera.

EL FIN.


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