El siguiente extracto de El Legado en los Huesos, la segunda novela en la Trilogía del Baztán, consiste en una conversación privada entre la inspectora Amaia Salazar y El Padre Salazar, a horas antes de haber internado a Rosario en la Clínica Universitaria con el fin de proveerle un digno tratamiento para su trastorno mental y curar su alma, y empieza así:
El caso de su madre nos interesa desde hace
tiempo debido a un matiz que lo diferencia de otros casos de trastorno mental.
El Mal. La Iglesia lleva siglos estudiando el origen del mal, centrándose en
los casos de personas despiadadas, crueles, que disfrutan causando dolor. Y no
me refiero a la influencia de la educación o las enfermedades mentales, las
drogas, las malas compañías. Eso, en definitiva, solo crea el caldo de cultivo,
le hablo de la verdadera esencia del mal.
El hombre es libre para decidir, pero hay un
límite, una frontera, un momento en el que solo algunos son capaces de dar un
paso más. Le hablo de comportamientos aberrantes. Del hombre que llega a casa y
estrangula a su mujer mientras duerme. Luego llena la bañera y ahoga a sus
gemelos de dos años mientras patalean, coge a su bebe y lo sumerge junto a los
cadáveres de sus hermanos. Se hace la cena, prende la televisión y se queda
dormido plácidamente. Ese momento de abandono. Ese es el objeto de nuestra
investigación y el germen de mi interés por su madre.
Hace un siglo, todo el mundo conocía los
siete pecados capitales, hoy en día le sería difícil de encontrar más de dos
personas que los recuerden. Hemos abandonado a Dios y a la Iglesia. La psiquiatría
moderna, Freud y todas esas tonterías han convencido a la gente de que el
origen de los males radica en la falta de amor materno en la infancia. Y como
resultado tenemos a una sociedad confusa que llama locura a cualquier aberración
porque es incapaz de distinguir de qué se trata.
Su madre se mezcló con lo que no debía y eso siempre se cobra su precio. Aún así, puede que tenga la sensación de que no ha terminado su trabajo. Por eso no se quitó la vida cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, porque aún le queda algo pendiente.
A continuación, ingresaremos a la mente de Rosario Iturzaeta Bellarain, a semanas después de haber escapado de la clínica con la ayuda del Doctor Berasategui y alguien más.
Así que la pequeña zorra creyó que podía
detenerme al dejar que el Padre Sarasola me confinará en esa apestosa clínica para
según tratar de curar mi alma. Oh, como si me importará su Dios, ese dios que
se le escapa todo y que la Iglesia defiende sin evidencia alguna. Yo me rio de
las estupideces que propagan y en plena luz con las profanaciones que hemos
logrado hacer nosotros, los seguidores. No sólo le he dado un buen uso al
mairu-beso sino que haberse retomado el asesinato de aquellas zorras me trajo a
Amaia de vuelta porque aún no había terminado con ella, y después de aquella
noche en la cueva, aún sigo esperando el momento para despedazarla y asegurar
mi legado, mi poder.
Así que, no Padrecito Sarasola, no hay nada
que se tenga que curar en mi alma porque mi alma no es de este mundo, y me
cercioré de ello mucho antes de que la perra naciera. Y no soy la única, somos
muchos los seguidores de esta antigua religión, la religión de todas las
religiones. Con la magia de nuestro lado, estamos dispuestos a hacer lo
necesario para llevar a cabo los sacrificios y asegurar la recompensa que nos
ha guardado Tarttalo para la eternidad.
Nosotros creemos en esas prácticas rituales
de bebés en su nombre, es necesario para que la magia y la brujería sigan
esparciéndose en el Valle del Baztán e incluso más allá, pero la hija de la
gran put* no lo entiende y cómo podría cuando debería haber muerto al igual que
su hermana gemela.
Si no fuera por el inservible de mi esposo, hubiera
apretado con fuerza la almohada y no la hubiese soltado hasta no sentir su
último suspiro. Maldita sea, si la enfermera hubiese hecho su maldito trabajo
de mantenerlo alejado diez segundos más, sólo diez malditos segundos, nada de
lo que pasó en la cueva hubiese ocurrido.
Quizás e hice el ridículo por confiar en el
Doctor Berasategui: en mi defensa salí bien librada a comparación de ellos
porque haciendo memoria de la primera clínica a la que fui sometida, logré que
me transfirieran a esta tras comerme a uno de los cuidadores. Y es que he
probado la sangre y no me cansó de ello, me motiva a desear la sangre de Amaia,
porque obvio, no he terminado con esa pequeña zorra, no hasta comérmela como se
lo prometí una y otra vez cuando era una insolente niña, lo que tiene que hacer
una madre por su hija, ¿acaso no es esto amor?
Es una lástima que se hayan cargado a mi
yerno Víctor, lo echo de menos, muy en especial su trabajo. Irónicamente ha
sido el único que me ha visitado mucho más que mis supuestas hijas. También ha
sido el único en escucharme y en ponerme a Amaia en mi camino. Hasta hizo lo
que Flora no pudo hacer y fue entregarme a su bebé para sacrificarla, décadas
después pero lo hizo.
Por siempre recordaré estas ofrendas de
Víctor, más que ofrendas, eran purificaciones como seguramente Flora habrá
estado de acuerdo. Lo sé porque al final de cuentas siguió culpando a Amaia,
nunca le perdonó que se hubiese ido del pueblo dejándome a mí bajo su cargo.
Eso sí, nunca esperé fuese capaz de tirarle
un plomazo a Victor, su ex marido, sin remordimiento alguno, sí, Flora seguía
siéndome útil y más al poner a Amaia en la búsqueda de la verdad, mi verdad. Lo
digo porque por ahí supe que la pequeña zorra se había reunido con la traidora
de Elena, aquella despreciable que no supo ver el potencial que nos depararía al
llevar a cabo un sacrificio como lo hacían las brujas del valle.
Me cuesta creer que no haya visto lo que vi
en Xabier Tabese, aquél a quien llamábamos El Maestro, Mi Maestro, y lo sigo
llamando así porque siempre está cerca de mí, incluso después de la muerte lo
sigue estando gracias a la sangre que se extraía de los sacrificios por la
importancia demencial que emanaba de esos interiores sangrientos.
Gracias a él y su hijo me enviaron al Doctor
Berasategui para librarme de la clínica y así cumplir con mi destino de
sacrificar a la hija de Amaia. Juntos organizamos la distracción al ordenar los
suicidios de los condenados y mediante el vínculo que despertaba ver tarttalo
tallados en sus cuerpos desnudos, logramos distanciar a Amaia de su familia y así
escapar en plena tormenta e inundación, para arrebatarle de su bebita.
La pequeña zorra siempre hallaba la manera
de librarse, pero esta vez, no, esta vez su bebé iba a pagar el precio y siendo
lo mejor de todo, tenerla ahí presente justo en el lugar en donde todo comenzó.
Por un instante pude saborear la sangre de tanto madre como hija, con cuchillo
en mano no me importó que Amaia me amenazará con la pistola, bien sabía que no
podía matar a su madre, pero entre tanto balbuceó, la pequeña zorra terminó por
arruinar la ofrenda al escucharla referirse a su hija como hijo.
No podía ser, escuché claramente a Flora
decirme que era un varón, tenía que ser una niña para que el ritual cumpliera
su propósito. Y es que Tenía que ser una ofrenda como su hermana lo fue a
minutos de haber nacido ¡qué carajos sucedió! No tuve alternativa que dar por
perdida esta batalla, así que hui con la ayuda del tonto Berasategui tras
haberse tropezado y por ahí me enteré que el muy idiota se condenó solo al
dejar la marca de su dentadura en las victimas asesinadas. Nada de que
preocuparse, muy pronto moriría por su propia mano, era inevitable por más
cobarde que se mostrase.
Otra vez tan cerca matar a esa zorra, pero
no era el fin, volvería a acecharla como debí haberlo hecho incluso después de
haberla perdonado. Pero su padre siempre consintiéndola y malcriándola hasta volver
de Amaia en una irreparable pérdida. Sólo
yo podía salvarla, y lo hacía por su bien, porque la quiero y la sigo queriendo
a esa hija de la gran pu**.
Siempre tan insolente, tan ingenua, levantándome
la voz y diciéndome que me odiaba en aquel día en que la atrapé robando en la panadería.
Aprovechándose de su padre, haciéndose la víctima y éste siempre protegiendo a
la muy malagradecida.
Ese día sí que la agarré a cachetadas para
darle una buena lección, que fue tanto mi deseo por purificarla que por un
momento creí haberlo logrado al pegarle en la cabeza con un rodillo para luego
ocultar entre la harina consiguiendo así salvarla.
Oh cuando regresé a casa, nada más no podía ocultar
mi alegría al ver al idiota de mi esposo, desesperado, corriendo a su búsqueda.
Si tan solo no me hubiese confiado, de haber sabido que no sólo viviría, sino
que por su culpa me quitaron mi libertad. Me arrepiento de haber fallado dos
veces, sobre todo de de no haberla matado cuando murió la gemela.
Me detuve porque para el maestro con una
bebé había sido suficiente por ese momento, pero ahora las cosas han cambiado,
ahora iré tras ella cuando menos se lo esperé y me comeré a esa pequeña zorra sin
importar que el nuevo maestro me haya pedido que fuese yo la del sacrificio por
haber fallado en dos ocasiones.
Estoy tan cerca de ella que se dio cuenta al
ambas tocarnos el pecho a la vez para experimentar esa conexión, me lanzó a la
fuga y ella me sigue al puente en donde me detengo y me volteó para enfrentarla
por una última vez. Tengo que matarla, debo matarlo, pero no estamos solas,
Tarttalo está aquí tal como el nuevo maestro me lo impuso, obligándome a ser yo
ahora la del sacrificio para asegurar el futuro de la antigua religión, la
religión a la que pertenecemos.
Puede verme, es el momento, coloco mi
cuchillo en mi garganta y por más resentida y enojada que me encuentre con
Amaia, me siento obligada a deslizarlo alrededor de mi cuello. Maldita sea, que
carajos estoy haciendo ¿habré sido engañada?
No puedo dudar, no debo de dudar, debo
aguantar un poco más hasta tenerla cerca de mí, hacerle creer que me quitaré la
vida como los otros y entonces me le lanzaré como lo hice cuando era tan sólo
una niña y esparciré sus huesos por toda la cueva, pero no puedo hacerlo por
más que quiera hacerlo. No está en mí en desafiar los deseos de Tarttalo, ambos
maestros me lo dejaron bien claro. Amaia tiene una pistola en su mano, pero no
disparará, es mi oportunidad, mi única oportunidad, pero sólo puedo pensar en
morir, a esto he llegado es este mi fin.
Sin despegar mis ojos de sus ojos y con el cuchillo en mi mano, respiré tan profundamente sin darme cuenta de que sería la última vez que respiraría el aire del Valle de Baztán.
Retrospección adicional:
Me veo en la necesidad
de analizar El Legado en los Huesos por considerarla la mejor de la
trilogía. Después de haber descubierto El Guardian Invisible en el año
2017, de inmediato me puse a averiguar sobre la popular y reconocida Trilogía
del Baztán, colocándoseme una gran sonrisa al descubrir que Netflix produciría
y estrenaría las siguientes dos entregas durante los años 2019 y 2020.
Lo que me encanta de Legado en los Huesos
es que se torna más oscura en su trama e incómodamente personal por lo que
tiene que atravesar la detective Amaia Salazar, porque para poder resolver el
caso terminará enfrentándose a su madre cuyo temor no ha superado desde que era
niña.
Este trauma no sólo se mantiene sino se
intensifica al descubrirse que tenía una gemela, la primera víctima de su
propia madre que terminó sacrificándola como parte de los propósitos de la
secta en la que se encontraba. Sin duda una precuela sobre la caída de Rosario
sería interesante porque la percibo a la altura de villanos como El Guasón,
Hannibal Lecter y hasta Voldermort.
Y es que Susi Sánchez y Miren Gaztañaga la
caracterizan con tanta locura y esquizofrenia en sus respectivas versiones, que
tanto en su versión joven como mayor es imposible no quitarle la vista de encima
y más cuando comparte escenas con Marta Etura, aunque sean así de breves e
indirectas, lo valen tanto que resulta una tremenda lástima que este su
enfrentamiento esperado haya sido anticlimático en la tercera y “conclusiva”
entrega.
Me dio gusto que le hayan seguido dejando
las riendas al director Fernando González Molina, porque al igual que en El
Guardián Invisible, logró mantener la esencia y a su vez elevar la tensión
mediante encuadres dinámicos, amplias locaciones e insertando de misterio a
cada uno del elenco. No que la novela necesitara mejorarse, está vez la
narrativa de Dolores brillaba por su tono personal que Fernando aprovechó para
posicionarla en un terreno tenebroso y de incertidumbre porque al igual que el
libro, nos golpean con un giro inesperado.
Nunca hubiese imaginado que la antagonista
sería la madre de Amaia, y obvio que volverla a ver en presencia del Juez
Markina nos hace apreciarla con otro enfoque. Se tiene bastante en común con la
primera, especialmente en el libro donde esos mismos eventos y conflictos se
prolongan hasta el grado de presenciar un confrontamiento físico entre Amaia y
Fermín, suceso que se optó por omitirse por completo en la película y quizás
haya sido lo mejor.
Teniendo sólo 2 horas, lo importante era
avanzar la historia y no hacer eco de lo ocurrido como lo puntualiza Dolores,
que igual resulta una lectura atractiva conocer más a fondo con lo que se
encuentra lidiando Amaia ahora que es madre. Marta luce bastante al compartir
diálogos con Imanol Arias como el Padre Sarasola y Álvaro Cervantes como el
Doctor. Quizás siendo mi ligera queja de que sus interacciones sean fugaces al
igual que las de Elvira Minguez como Flora e Itziar Aizpuru como la Tia Engrasi.
Al menos Patricia López participa en una de las mejores escenas, aquella en
donde vemos a Rosaura adentrarse en el pueblo inundado con tal de rescatar a
Ibai.
Nada mal para un director que estuvo a cargo
de Tres Metros Sobre El Cielo, Tengo Ganas de Ti y Palmeras en
la Nieve. La confianza estuvo bien depositada por segunda vez y en mi
humilde opinión, le hizo justicia a esta adaptación que transcurre un año
después de haberse resuelto los crímenes en el valle del Baztán.
Resulta nostálgico el regreso de Amaia a su
pueblo natal, pero intriga más verla en compañía de su esposo y su recién
nacido, lo menos que necesitaba para liderar la misteriosa oleada de suicidios
de presos. Tanto libro como película llevan en sus frentes la palabra Tarttalo,
la cual se entrelaza con la cueva de los huesos.
Con respecto a la novela, la autora Dolores
Redondo mejoró bastante en su forma de describir los sucesos y se aprecia que
le haya dado el protagonismo a Amaia porque en contraste con la primera obra,
Amaia aquí si se hace cargo del caso y lo resuelve, aunque tenga que arriesgar
a su hijo.
Su antagonismo con Flora sigue
incrementando a la par con la de Fermín, hasta el grado de caer en golpes. Más
nada se compara con el pasado de Rosario, aquella mujer capaz de matar a una de
sus hijas recién nacidas, y mantenerse el odio sobre la que vivió, siempre al
acecho, siempre en la oscuridad, manipuladora de mentes y aguardando hasta
cumplir con su cometido. Sin tomar en cuenta la siguiente, aquí se percibe a
Rosario como la verdadera esencia del mal y así debería de quedar porque no hay
nada más diabólico que el ser que te vio nacer, quiera matarte.
En cuanto al libro, ya no se desvía tanto en
las conversaciones ajenas o chismes, inclusive los chismes pierden peso al
enfocarnos en el pasado de Amaia, muy en especial con la de su hermana gemela. Desde
entonces el padre de Amaia, sí que estaba igual de enfermo para haberle
permitida a su esposa tales atrocidades sin condenarla. Insisto en que una
novela precuela sobre la caída de Rosario sería más emocionante que rehacer la
trilogía en una serie televisiva como se planea hacerse.
¿Por qué tratar la travesía oscura de una
madre hasta el grado de sacrificar a sus propias hijas por el bien de una
secta? De sólo pensarlo da hasta miedo y eso es lo que me fascina de Legado
en los Huesos, que es justo como viene directamente en el título, se trata
del legado oscuro de la familia de Amaia, por ende, los huesos.
Tal vez el aspecto mágico o mitológico no
esté tan marcado, y aunque hubiese deseado haber tenido más de la secuencia en
el pasado (con la que se abre la película) sirvió su objetivo de vendernos una
amenaza que venía desde los tiempos medievales.
Dadas las descripciones, casi casi sentía
que me encontraba recorriendo el Valle del Baztán. Espero y poder hacerlo algún
día, se vale soñar. Así mucho mérito tiene el guionista Luis Berdejo al notarse
lo bien que conoce a Amaia Salazar porque esta vez se nota la evolución en
Marta porque vaya que tuvo momentos difíciles de interpretar, y en la secuencia
del robo del bebé, Marta nos entrega su alma y corazón porque nos conmueve en
sus gritos de dolor al perderse entre el bosque.
Tanto la versión escrita como fílmica, las
tengo en alta estimación por la calidad proyectada y su representación visual.
Honestamente, me la podría pasar hablando y hablando, pero creo que ya he dicho
lo que tenía que decir sobre la villana, el libro y la película.
No me queda más que invitarlos a leer o ver
esta obra, en caso de no haber recurrido a esta por equis razón. Nunca se es
tarde para sumergirnos en la literatura española.
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