sábado, 7 de diciembre de 2024

Legado en los Huesos: La Verdadera Esencia del Mal

  El siguiente extracto de El Legado en los Huesos, la segunda novela en la Trilogía del Baztán, consiste en una conversación privada entre la inspectora Amaia Salazar y El Padre Salazar, a horas antes de haber internado a Rosario en la Clínica Universitaria con el fin de proveerle un digno tratamiento para su trastorno mental y curar su alma, y empieza así:

   El caso de su madre nos interesa desde hace tiempo debido a un matiz que lo diferencia de otros casos de trastorno mental. El Mal. La Iglesia lleva siglos estudiando el origen del mal, centrándose en los casos de personas despiadadas, crueles, que disfrutan causando dolor. Y no me refiero a la influencia de la educación o las enfermedades mentales, las drogas, las malas compañías. Eso, en definitiva, solo crea el caldo de cultivo, le hablo de la verdadera esencia del mal.

   El hombre es libre para decidir, pero hay un límite, una frontera, un momento en el que solo algunos son capaces de dar un paso más. Le hablo de comportamientos aberrantes. Del hombre que llega a casa y estrangula a su mujer mientras duerme. Luego llena la bañera y ahoga a sus gemelos de dos años mientras patalean, coge a su bebe y lo sumerge junto a los cadáveres de sus hermanos. Se hace la cena, prende la televisión y se queda dormido plácidamente. Ese momento de abandono. Ese es el objeto de nuestra investigación y el germen de mi interés por su madre.

   Hace un siglo, todo el mundo conocía los siete pecados capitales, hoy en día le sería difícil de encontrar más de dos personas que los recuerden. Hemos abandonado a Dios y a la Iglesia. La psiquiatría moderna, Freud y todas esas tonterías han convencido a la gente de que el origen de los males radica en la falta de amor materno en la infancia. Y como resultado tenemos a una sociedad confusa que llama locura a cualquier aberración porque es incapaz de distinguir de qué se trata.

   Su madre se mezcló con lo que no debía y eso siempre se cobra su precio. Aún así, puede que tenga la sensación de que no ha terminado su trabajo. Por eso no se quitó la vida cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, porque aún le queda algo pendiente. 

   A continuación, ingresaremos a la mente de Rosario Iturzaeta Bellarain, a semanas después de haber escapado de la clínica con la ayuda del Doctor Berasategui y alguien más.

   Así que la pequeña zorra creyó que podía detenerme al dejar que el Padre Sarasola me confinará en esa apestosa clínica para según tratar de curar mi alma. Oh, como si me importará su Dios, ese dios que se le escapa todo y que la Iglesia defiende sin evidencia alguna. Yo me rio de las estupideces que propagan y en plena luz con las profanaciones que hemos logrado hacer nosotros, los seguidores. No sólo le he dado un buen uso al mairu-beso sino que haberse retomado el asesinato de aquellas zorras me trajo a Amaia de vuelta porque aún no había terminado con ella, y después de aquella noche en la cueva, aún sigo esperando el momento para despedazarla y asegurar mi legado, mi poder.

    Así que, no Padrecito Sarasola, no hay nada que se tenga que curar en mi alma porque mi alma no es de este mundo, y me cercioré de ello mucho antes de que la perra naciera. Y no soy la única, somos muchos los seguidores de esta antigua religión, la religión de todas las religiones. Con la magia de nuestro lado, estamos dispuestos a hacer lo necesario para llevar a cabo los sacrificios y asegurar la recompensa que nos ha guardado Tarttalo para la eternidad.  

   Nosotros creemos en esas prácticas rituales de bebés en su nombre, es necesario para que la magia y la brujería sigan esparciéndose en el Valle del Baztán e incluso más allá, pero la hija de la gran put* no lo entiende y cómo podría cuando debería haber muerto al igual que su hermana gemela.

   Si no fuera por el inservible de mi esposo, hubiera apretado con fuerza la almohada y no la hubiese soltado hasta no sentir su último suspiro. Maldita sea, si la enfermera hubiese hecho su maldito trabajo de mantenerlo alejado diez segundos más, sólo diez malditos segundos, nada de lo que pasó en la cueva hubiese ocurrido.

   Quizás e hice el ridículo por confiar en el Doctor Berasategui: en mi defensa salí bien librada a comparación de ellos porque haciendo memoria de la primera clínica a la que fui sometida, logré que me transfirieran a esta tras comerme a uno de los cuidadores. Y es que he probado la sangre y no me cansó de ello, me motiva a desear la sangre de Amaia, porque obvio, no he terminado con esa pequeña zorra, no hasta comérmela como se lo prometí una y otra vez cuando era una insolente niña, lo que tiene que hacer una madre por su hija, ¿acaso no es esto amor?

   Es una lástima que se hayan cargado a mi yerno Víctor, lo echo de menos, muy en especial su trabajo. Irónicamente ha sido el único que me ha visitado mucho más que mis supuestas hijas. También ha sido el único en escucharme y en ponerme a Amaia en mi camino. Hasta hizo lo que Flora no pudo hacer y fue entregarme a su bebé para sacrificarla, décadas después pero lo hizo.  

   Por siempre recordaré estas ofrendas de Víctor, más que ofrendas, eran purificaciones como seguramente Flora habrá estado de acuerdo. Lo sé porque al final de cuentas siguió culpando a Amaia, nunca le perdonó que se hubiese ido del pueblo dejándome a mí bajo su cargo.  

   Eso sí, nunca esperé fuese capaz de tirarle un plomazo a Victor, su ex marido, sin remordimiento alguno, sí, Flora seguía siéndome útil y más al poner a Amaia en la búsqueda de la verdad, mi verdad. Lo digo porque por ahí supe que la pequeña zorra se había reunido con la traidora de Elena, aquella despreciable que no supo ver el potencial que nos depararía al llevar a cabo un sacrificio como lo hacían las brujas del valle.

   Me cuesta creer que no haya visto lo que vi en Xabier Tabese, aquél a quien llamábamos El Maestro, Mi Maestro, y lo sigo llamando así porque siempre está cerca de mí, incluso después de la muerte lo sigue estando gracias a la sangre que se extraía de los sacrificios por la importancia demencial que emanaba de esos interiores sangrientos.

   Gracias a él y su hijo me enviaron al Doctor Berasategui para librarme de la clínica y así cumplir con mi destino de sacrificar a la hija de Amaia. Juntos organizamos la distracción al ordenar los suicidios de los condenados y mediante el vínculo que despertaba ver tarttalo tallados en sus cuerpos desnudos, logramos distanciar a Amaia de su familia y así escapar en plena tormenta e inundación, para arrebatarle de su bebita.

   La pequeña zorra siempre hallaba la manera de librarse, pero esta vez, no, esta vez su bebé iba a pagar el precio y siendo lo mejor de todo, tenerla ahí presente justo en el lugar en donde todo comenzó. Por un instante pude saborear la sangre de tanto madre como hija, con cuchillo en mano no me importó que Amaia me amenazará con la pistola, bien sabía que no podía matar a su madre, pero entre tanto balbuceó, la pequeña zorra terminó por arruinar la ofrenda al escucharla referirse a su hija como hijo.

   No podía ser, escuché claramente a Flora decirme que era un varón, tenía que ser una niña para que el ritual cumpliera su propósito. Y es que Tenía que ser una ofrenda como su hermana lo fue a minutos de haber nacido ¡qué carajos sucedió! No tuve alternativa que dar por perdida esta batalla, así que hui con la ayuda del tonto Berasategui tras haberse tropezado y por ahí me enteré que el muy idiota se condenó solo al dejar la marca de su dentadura en las victimas asesinadas. Nada de que preocuparse, muy pronto moriría por su propia mano, era inevitable por más cobarde que se mostrase.

   Otra vez tan cerca matar a esa zorra, pero no era el fin, volvería a acecharla como debí haberlo hecho incluso después de haberla perdonado. Pero su padre siempre consintiéndola y malcriándola hasta volver de Amaia en una irreparable pérdida.  Sólo yo podía salvarla, y lo hacía por su bien, porque la quiero y la sigo queriendo a esa hija de la gran pu**.

   Siempre tan insolente, tan ingenua, levantándome la voz y diciéndome que me odiaba en aquel día en que la atrapé robando en la panadería. Aprovechándose de su padre, haciéndose la víctima y éste siempre protegiendo a la muy malagradecida.

   Ese día sí que la agarré a cachetadas para darle una buena lección, que fue tanto mi deseo por purificarla que por un momento creí haberlo logrado al pegarle en la cabeza con un rodillo para luego ocultar entre la harina consiguiendo así salvarla.

   Oh cuando regresé a casa, nada más no podía ocultar mi alegría al ver al idiota de mi esposo, desesperado, corriendo a su búsqueda. Si tan solo no me hubiese confiado, de haber sabido que no sólo viviría, sino que por su culpa me quitaron mi libertad. Me arrepiento de haber fallado dos veces, sobre todo de de no haberla matado cuando murió la gemela.

   Me detuve porque para el maestro con una bebé había sido suficiente por ese momento, pero ahora las cosas han cambiado, ahora iré tras ella cuando menos se lo esperé y me comeré a esa pequeña zorra sin importar que el nuevo maestro me haya pedido que fuese yo la del sacrificio por haber fallado en dos ocasiones.

   Estoy tan cerca de ella que se dio cuenta al ambas tocarnos el pecho a la vez para experimentar esa conexión, me lanzó a la fuga y ella me sigue al puente en donde me detengo y me volteó para enfrentarla por una última vez. Tengo que matarla, debo matarlo, pero no estamos solas, Tarttalo está aquí tal como el nuevo maestro me lo impuso, obligándome a ser yo ahora la del sacrificio para asegurar el futuro de la antigua religión, la religión a la que pertenecemos.

   Puede verme, es el momento, coloco mi cuchillo en mi garganta y por más resentida y enojada que me encuentre con Amaia, me siento obligada a deslizarlo alrededor de mi cuello. Maldita sea, que carajos estoy haciendo ¿habré sido engañada?

   No puedo dudar, no debo de dudar, debo aguantar un poco más hasta tenerla cerca de mí, hacerle creer que me quitaré la vida como los otros y entonces me le lanzaré como lo hice cuando era tan sólo una niña y esparciré sus huesos por toda la cueva, pero no puedo hacerlo por más que quiera hacerlo. No está en mí en desafiar los deseos de Tarttalo, ambos maestros me lo dejaron bien claro. Amaia tiene una pistola en su mano, pero no disparará, es mi oportunidad, mi única oportunidad, pero sólo puedo pensar en morir, a esto he llegado es este mi fin.

   Sin despegar mis ojos de sus ojos y con el cuchillo en mi mano, respiré tan profundamente sin darme cuenta de que sería la última vez que respiraría el aire del Valle de Baztán.  



Retrospección adicional:

Me veo en la necesidad de analizar El Legado en los Huesos por considerarla la mejor de la trilogía. Después de haber descubierto El Guardian Invisible en el año 2017, de inmediato me puse a averiguar sobre la popular y reconocida Trilogía del Baztán, colocándoseme una gran sonrisa al descubrir que Netflix produciría y estrenaría las siguientes dos entregas durante los años 2019 y 2020.   

   Lo que me encanta de Legado en los Huesos es que se torna más oscura en su trama e incómodamente personal por lo que tiene que atravesar la detective Amaia Salazar, porque para poder resolver el caso terminará enfrentándose a su madre cuyo temor no ha superado desde que era niña. 

   Este trauma no sólo se mantiene sino se intensifica al descubrirse que tenía una gemela, la primera víctima de su propia madre que terminó sacrificándola como parte de los propósitos de la secta en la que se encontraba. Sin duda una precuela sobre la caída de Rosario sería interesante porque la percibo a la altura de villanos como El Guasón, Hannibal Lecter y hasta Voldermort.

   Y es que Susi Sánchez y Miren Gaztañaga la caracterizan con tanta locura y esquizofrenia en sus respectivas versiones, que tanto en su versión joven como mayor es imposible no quitarle la vista de encima y más cuando comparte escenas con Marta Etura, aunque sean así de breves e indirectas, lo valen tanto que resulta una tremenda lástima que este su enfrentamiento esperado haya sido anticlimático en la tercera y “conclusiva” entrega. 

   Me dio gusto que le hayan seguido dejando las riendas al director Fernando González Molina, porque al igual que en El Guardián Invisible, logró mantener la esencia y a su vez elevar la tensión mediante encuadres dinámicos, amplias locaciones e insertando de misterio a cada uno del elenco. No que la novela necesitara mejorarse, está vez la narrativa de Dolores brillaba por su tono personal que Fernando aprovechó para posicionarla en un terreno tenebroso y de incertidumbre porque al igual que el libro, nos golpean con un giro inesperado.

   Nunca hubiese imaginado que la antagonista sería la madre de Amaia, y obvio que volverla a ver en presencia del Juez Markina nos hace apreciarla con otro enfoque. Se tiene bastante en común con la primera, especialmente en el libro donde esos mismos eventos y conflictos se prolongan hasta el grado de presenciar un confrontamiento físico entre Amaia y Fermín, suceso que se optó por omitirse por completo en la película y quizás haya sido lo mejor.

   Teniendo sólo 2 horas, lo importante era avanzar la historia y no hacer eco de lo ocurrido como lo puntualiza Dolores, que igual resulta una lectura atractiva conocer más a fondo con lo que se encuentra lidiando Amaia ahora que es madre. Marta luce bastante al compartir diálogos con Imanol Arias como el Padre Sarasola y Álvaro Cervantes como el Doctor. Quizás siendo mi ligera queja de que sus interacciones sean fugaces al igual que las de Elvira Minguez como Flora e Itziar Aizpuru como la Tia Engrasi. Al menos Patricia López participa en una de las mejores escenas, aquella en donde vemos a Rosaura adentrarse en el pueblo inundado con tal de rescatar a Ibai.

 Nada mal para un director que estuvo a cargo de Tres Metros Sobre El Cielo, Tengo Ganas de Ti y Palmeras en la Nieve. La confianza estuvo bien depositada por segunda vez y en mi humilde opinión, le hizo justicia a esta adaptación que transcurre un año después de haberse resuelto los crímenes en el valle del Baztán.

   Resulta nostálgico el regreso de Amaia a su pueblo natal, pero intriga más verla en compañía de su esposo y su recién nacido, lo menos que necesitaba para liderar la misteriosa oleada de suicidios de presos. Tanto libro como película llevan en sus frentes la palabra Tarttalo, la cual se entrelaza con la cueva de los huesos. 

   Con respecto a la novela, la autora Dolores Redondo mejoró bastante en su forma de describir los sucesos y se aprecia que le haya dado el protagonismo a Amaia porque en contraste con la primera obra, Amaia aquí si se hace cargo del caso y lo resuelve, aunque tenga que arriesgar a su hijo.

    Su antagonismo con Flora sigue incrementando a la par con la de Fermín, hasta el grado de caer en golpes. Más nada se compara con el pasado de Rosario, aquella mujer capaz de matar a una de sus hijas recién nacidas, y mantenerse el odio sobre la que vivió, siempre al acecho, siempre en la oscuridad, manipuladora de mentes y aguardando hasta cumplir con su cometido. Sin tomar en cuenta la siguiente, aquí se percibe a Rosario como la verdadera esencia del mal y así debería de quedar porque no hay nada más diabólico que el ser que te vio nacer, quiera matarte.  

   En cuanto al libro, ya no se desvía tanto en las conversaciones ajenas o chismes, inclusive los chismes pierden peso al enfocarnos en el pasado de Amaia, muy en especial con la de su hermana gemela. Desde entonces el padre de Amaia, sí que estaba igual de enfermo para haberle permitida a su esposa tales atrocidades sin condenarla. Insisto en que una novela precuela sobre la caída de Rosario sería más emocionante que rehacer la trilogía en una serie televisiva como se planea hacerse.

    ¿Por qué tratar la travesía oscura de una madre hasta el grado de sacrificar a sus propias hijas por el bien de una secta? De sólo pensarlo da hasta miedo y eso es lo que me fascina de Legado en los Huesos, que es justo como viene directamente en el título, se trata del legado oscuro de la familia de Amaia, por ende, los huesos.

   Tal vez el aspecto mágico o mitológico no esté tan marcado, y aunque hubiese deseado haber tenido más de la secuencia en el pasado (con la que se abre la película) sirvió su objetivo de vendernos una amenaza que venía desde los tiempos medievales.

   Dadas las descripciones, casi casi sentía que me encontraba recorriendo el Valle del Baztán. Espero y poder hacerlo algún día, se vale soñar. Así mucho mérito tiene el guionista Luis Berdejo al notarse lo bien que conoce a Amaia Salazar porque esta vez se nota la evolución en Marta porque vaya que tuvo momentos difíciles de interpretar, y en la secuencia del robo del bebé, Marta nos entrega su alma y corazón porque nos conmueve en sus gritos de dolor al perderse entre el bosque.

   Tanto la versión escrita como fílmica, las tengo en alta estimación por la calidad proyectada y su representación visual. Honestamente, me la podría pasar hablando y hablando, pero creo que ya he dicho lo que tenía que decir sobre la villana, el libro y la película.

   No me queda más que invitarlos a leer o ver esta obra, en caso de no haber recurrido a esta por equis razón. Nunca se es tarde para sumergirnos en la literatura española.

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