sábado, 1 de febrero de 2025

Reylo: Lo Que No Pudo Ser

La siguiente fanfiction se encuentra participando para el mes de Febrero 2025 en: https://www.peliplat.com/es/article/10041926/reylo-lo-que-no-pudo-ser

Meses después de la batalla de Exegol, un aire de paz y absoluta reflexión invadió a la Galaxia, bueno no a toda la galaxia porque para ser sincera, todavía había otros males acechando en los rincones más oscuros. Si el Emperador pudo sobrevivir tanto tiempo, no quería ni imaginarme qué otra amenaza anduviese por ahí husmeando, por mí que ahí permanezca escondida porque suficiente tuve con enfrentarme a mi supuesto abuelo, un desagradable encuentro que me dejó su marca.

Recuerdo esos momentos como si fuera ayer, cuando aterricé por primera en el planeta oceánico de Ahch-To en donde el gran legendario Luke Skywalker causó una decepcionante impresión en mí tras arrojar la sable de su padre hacía la dirección opuesta en la que se le fue entregada.


Así es, estoy consciente de quién fue Anakin Skywalker, su padre, el Gran y malévolo Señor Vader. Sumergirme en la historia de los Skywalkers me ha llenado de comprensión, sabiduría y precaución ante la nueva tarea que he heredado. Después de todo, soy una Skywalker por más odio que genere a los inconformes porque difícil de creer, a estas alturas todavía había personas en la Nueva República en no considerarme digna de llevar ese apellido, mucho menos de encabezar la gran obra de restablecer la Nueva Orden Jedi.


Fui enseñada por Leia y Luke, hasta escuché la voz de Anakin decirme que trajera el balance de nuevo como éste lo hizo al defender a su hijo Luke durante la caída de la Segunda Estrella de la Muerte. Cómo olvidar esas palabras conforme me resistía a la despiadada y tremenda fuerza bruta del Emperador. Debo confesar que las identidades de las otras voces que escuché siguen permaneciendo un misterio para mí, porque desde entonces ya no las he vuelto a escuchar.


Me temo que es la falta de conocimiento para así ponerlo en práctica y volver a conectar, desde que Leia murió me ha resultado imposible reconectar con el lado místico de la Fuerza. Por esa razón decidí lanzarme a la búsqueda de esa información ya que sé que no estoy vinculada por la sangre de los herederos del Elegido, pero en mi mente y corazón, me siento como una Skywalker y que mejor que yo para no sólo esparcir sus enseñanzas sino ajustarlas porque había cosas por cambiar.


En este nuevo despertar, por así decirlo, no podíamos darnos el lujo de repetir los errores del pasado, sí la Orden Jedi iba a prosperar, tenían que modificarse ciertas reglas para impedir que la tragedia de Anakin, Luke y Ben ocurriesen de nuevo. Oh vaya, me he quedado sin aire, es que había pasado bastante desde la última vez que me mencioné el nombre de Ben.


El sólo escucharme decirlo me llevó de regreso a ese momento en donde estuve en sus brazos como él estuvo en los míos. Un momento tan íntimo, tan único que jamás volveré a experimentar, sí, estoy bastante segura de ello. La conexión que descubrimos en la base de Starkiller y la relación que forjamos durante mi entrenamiento en Ahch-To, fue un sentimiento que no supimos procesar porque cuando apenas lo supimos fue cuando morimos.


Lo que daría por tenerlo devuelta conmigo, tocarlo, sentirlo, besarlo y pasar el día y toda la noche a su lado sin jamás separarme de éste. Disfrutar cada pulgada de su cuerpo al igual que él sobre el mío. Más que un deseo o una pasión, era un sentimiento que no podía explicar, una conexión que trascendía el tiempo y la existencia.


El Emperador se refería a nuestro vínculo como una Díada en la Fuerza, lo cual asumo databa desde la era de la Antigua República, siendo la última vista durante los últimos años de la Alta República. Me temo que los expedientes sobre este supuesto fenómeno reportado en el planeta Brendok siguen sellados, cuestión de un largo y tedioso proceso burocrático para siquiera pasar la propuesta al senado en víspera de ser archivos confidenciales durante la pasada administración imperial.


Así que podrían pasar años para verse liberados a cierto público interesado; de igual forma no tiene relevancia, porque Ben murió en Exegol, deshaciéndose este incomprensible vínculo al instante, o eso creí cuando de inmediatamente sentí un temblor en la Fuerza. De esos que solía experimentar cuando Kylo Ren se metía mi cabeza sin anunciar.


No tardé en reconocer esa máscara que se asomaba entre la oscuridad, tal como lo hizo cuando trataba de huir de este la primera que me lo encontré en Takodana. Sentí escalofríos conforme se acercaba hacía mí, tan real era esta pesadilla de la cual deseaba despertar a morir, pero en eso su siniestra y metálica voz me aterrizaron a la terrible realidad en la que me hallaba sometida sin excusa alguna.


—En efecto, Ben está muerto —pronunció Kylo con un efecto que sobrepasaba toda maldad, literalmente hablando—, pero Kylo Ren vive como puedes ver contus propios ojos.


De inmediato encendí mi sable de luz y me lancé hacía Kylo quien bloqueó el ataque con su sable roja a segundos de haberle desprendido la cabeza.


—Veo que tienes una sable nueva —expresó conforme observaba cada detalle de mi nueva arma—, hace siglos que no se miraba el color amarillo. Después de todo, eres la guardiana, pero la guardiana de qué, me pregunto.


Me agaché para esquivar su sablazo y me deslicé hacia su extremo tomando impulso con mis piernas para así elevarme por encima de éste y partirle su sable de luz en dos. Debía presumir que me había vuelto buena después de la batalla Exegol, aunque lo decía con moderada humilde.


—¿Quién eres? —reclamé con dolor ante los recuerdos desatados.


—Tú sabes quién soy —me retó con una calma que me provocaba náuseas.


—No tiene importancia.


Antes de ensartar mi sable en su corazón, alzó su brazo derecho para detenerme.


—Serías capaz de matar al hombre que amas —mencionó Kylo, permaneciendo inmóvil ante la amenazante hoja amarilla de mi sable, la cual ahora apuntaba en dirección de esa horrenda y reconstruida máscara de metal.


—Tú no eres Ben —aseguré en defensa del hijo de Han Solo—, Ben murió en mis brazos.


—¿Estás segura de eso? —me retó con una insolencia que me causaba coraje.


—¿Acaso eres uno de los caballeros extraviados de Ren? ¿Un aprendiz secreto? o quizás un imitador como lo fue Kylo de Darth Vader.


—Tú sabes quién soy —insistió con tanto afán que casi me lo creía, y malamente.


En eso me agarró desprevenida al revelar la sable de color azul de Luke y por un poco casi me parte en dos como Obi-Wan lo hizo con Darth Maul en su primer duelo en Naboo. Por mera inercia, conseguí romperle la máscara encontrándome con el rostro atormentado de Ben Solo. La semblanza era tan genuina que me había quedado sin palabras.


—Ben —pronunciar su nombre resultó imposible ante el temblor que sufría mi cuerpo.


—Rey.


Esa voz, tan grave y profunda que me sacudía de adentro hacia fuera, el sólo negarlo sería sinónimo de una mentira, porque una verdad como esta era imposible de fingir. Aún así, cómo era esto posible.


—Rey.


Volvió a decir mi nombre conforme dejaba caer su espada y extendía su mano para ofrecerme que me uniera con él al lado oscuro de la Fuerza.


—Ben, no puedo.


Me costaba respirar, difícil de creer que uno podría asfixiarse con la boca abierta y las náricez destapadas.


—¡Rey!


En eso mi nombre sonó tan fuerte que desperté frente a un paisaje tan hermoso y bello a mi alrededor. Si no me equivocaba, me encontraba en la Casa de Lago, La Casa de Lago en Naboo en donde vivieron los padres de Luke y Leia. ¿En qué momento había llegado hasta aquí? Ni idea. Lo único que percibí era que no estaba sola. Había alguien más a mi lado, bajo las mismas sábanas en las que yo me encontraba.


—¿Estás bien Rey?


No dejaba de mirarme con una inquietante preocupación.


—¿Ben?


Se trataba del mismísimo Ben Solo, el que conocí en Exegol antes de que muriese en mis brazos.


—Estabas gritando —me tocó la frente para asegurarse de que no tuviera fiebre— ¿Una pesadilla?


—No sabría cómo empezar a explicarlo —mi mente no dejaba de repasar cada escenario con tal de rastrear mi inexplicable estancia en el hermoso planeta de Naboo.


—No te preocupes, ya paso —Ben apretó mi hombro con suavidad como señal de apoyo—. Lo importante es que estamos aquí, los dos como siempre lo quisimos después de la caída de la Primera Orden.


—Ben —me sentí invadida de un inquietante temor—, no sólo te vi morir, sino te vi desaparecer.


—Y dices la verdad, pero gracias a la Díada de la Fuerza pude regresar, me ayudaste a regresar porque la única manera en que puedo morir, podemos morir —corrigió notando cierta mesura en sus palabras— es que ambos lo permitamos. Mientras uno de nosotros esté vivo y cerca, no podemos morir. Simplemente, no podemos. Es como una especie de garantía, no sabría decirlo porque la Nueva República me tiene restringido el acceso a la información y con mucha razón, después de lo que batallaste para conseguirme un arresto domiciliario aquí en el terreno de mi abuela.


—Valió la pena —expresé con una sonrisa al sentir que esto era real, que lo nuestro era real, Ben era real— ¿Es esto posible?


No pude evitar repetir la duda.


—Claro que lo es —colocó sus dos manos sobre mi rostro— siénteme, tócame, bésame.


Hice lo que me pidió bajo ese mismo orden, lo sentí en mi corazón conforme escuchaba los latidos acelerados de su corazón, esa tempestad que siempre acompañaba su carácter, aquella determinación incluso cuando andaba bajo la máscara de Kylo Ren.


Enseguida sostuve sus manos, las apreté con tanta fuerza que me vi en la necesidad de soltarlas para abrazarlo y finalmente lo miré a la cara y me concentré en su boca, en especial en esos labios carnosos y tan rasposos que junté con los míos para repetir ese inolvidable primer y último beso que nos dimos antes de suponer que había muerto.


—Soy tuyo.


Y sí que lo era, lo fue, el no tener el mínimo recuerdo de lo que pasó después fue lo que desquiciadamente me hizo entrar en razón. Esto no podía ser real por más cómodo y agradable que se sintiera. No voy a mentir que estar acostado a su lado, juntos en la cama compartiendo la mejor vista de Naboo, la cual se rumoraba había sido la misma que compartieron los abuelos de Ben al casarse en secreto. No podía negarlo, la mejor experiencia de mi vida.


Nunca imaginé tener la capacidad de amar a alguien, y mucho menos de un monstruo como lo fue Ben Solo en su alter ego de Kylo Ren. Desde que me secuestró en Takodana, el invadió mi mente como yo misma lo hice, descubriendo no sólo nuestros más oscuros secretos sino compartiendo nuestras habilidades. Sin querer queriendo, nos volvimos iguales y una conexión se desprendió a consecuencia de ello, una conexión de odio y amor que Snooke, el falso emperador, creyó controlar como mi abuelo Palpatine intentó aprovechar.


Gracias a esa conexión, a esa fuerza de atracción, a ese amor que sentía por él y éste por mí fue lo que no sólo hizo que le perdonara la vida en la luna de Kef Bir, sino que lo redimiere de todo mal. Mi fe al lado del sacrificio de su madre, Leía, fue lo que lo convirtió en este mismísimo hombre que ahora tenía que dejar ir al aceptar la cruda realidad de que realmente había muerto para que yo pudiera vivir.


Salvar a alguien de la muerte era una habilidad desconocida y admito no estar orgullosa de hacerlo por considerarse del lado oscuro, si no fuera por mi desafortunado vínculo de sangre con Palpatine, no lo hubiese descubierto de la forma tan natural. Lo digo porque eso siempre quiso hacer Anakin, o eso me contó Luke en el escaso tiempo en que estuve bajo sus enseñanzas. Ben, en su afán por salvarme y restablecer el equilibrio, consiguió aplicarlo costandole la vida.


Por esa dura y brutal razón, y por más que me doliera desprenderme de su cálido cuerpo y de sus manos tan toscas, tenía que dejar libre a esta presencia por más real que fuese. Obvio que no lo hice tan de prisa, primero me tomé mi tiempo para disfrutar este momento porque dentro de mi corazón sabía que podría ser la última vez que disfrutaría de algo que nada más no podía ser.


—¿Mejor? —interrogó al sobarme la espalda con tanta delicadeza que se sentía delicioso.


—En realidad, no —interrumpí el amistoso forcejeo y marqué la distancia entre nosotros.


—¿Qué sucede? —esa cara de preocupación me mataba, es que incluso en ese estado era malditamente adorable.


Ante su esperada inquietud, aguardé un breve instante en silencio para convertir mis pensamientos en palabras claras y ordenadas para su fácil entendimiento. Lo menos que quería era despertar al monstruo porque quiera o no, Ben siempre tendría algo de oscuridad en su alma. La Maldición de los Skywalkers, me temo.


—Lo siento, pero esto no puede ser —finalmente liberé dándole pie a nuestra mutua agonía.


—¿Por qué lo dices?


Me sostuvo con fuerza de la mano, la cual no pude rechazar, no cuando dejarlo era lo menos que quería hacer, pero no había opción. Era esto y sólo esto. Seguir adelante y no voltear atrás.


—¿Por qué no es real? —finalmente revelé— ¿Nada de esto lo es? ¡Tú no estás aquí en este momento conmigo! ¡Lo sé porque no sólo te vi morir sino te vi convertirte en la fuerza!


—¡Y regresé tal como lo dije! ¡Por ti, gracias a la Díada a la Fuerza! ¡Si el Emperador pudo volver a la vida a través de nosotros! ¿Por qué no yo? —retomó mis manos para obligarme a reconsiderarlo—. Sólo piénsalo.


—Si ese fuese el caso —me armé de valor para detonar la bomba—, Luke estaría con nosotros.


—Luke no tiene nada que ver —Ben se mostró herido.


—Luke tiene que ver con todo, él es mi maestro y si algo me dejó claro es que uno debe aprender a desprenderse, y una vez que te entregas a la Fuerza como él y tú lo hicieron para salvarme, no hay vuelta atrás.


—¡Lo dices porque estás enamorada de Finn!


Vaya que me agarró en curva con esa tontería.


—¡Qué dices!


—A pesar del cariño que se tienen —continuó el sinvergüenza—, supuestamente como amigos, siempre han sentido algo desde que se conocieron en Jakku y ahora que resultó sensitivo a la Fuerza, tienes mucho que compartir, además del camino Jedi.


No pude evitar sentirme ofendida al asumir que mi relación con Finn era por deseo sexual por lo que lo cacheteé sin pensarlo.


—No hay nada tan íntimo entre Finn y yo, además creo que a él le gusta Rose porque por ahí escuché que se besaron durante la batalla de Crait, sólo que les gusta hacerse los difíciles pero eso no tiene importancia al menos no para nosotros. Lo que sí tiene importancia es este momento, es este definitivo adiós para tener la despedida que no pudimos tener.


—Tienes razón —aceptó sincronizando con mi pena—, pero no tiene que serlo.


En el fondo se escuchó un llanto de bebé, nuestro bebé, lo sabía porque en segundos la habitación se nubló para revelar lo que no pudo ser, y con lo que no pudo ser me refería a Ben, yo y el pequeño Anakin. Nuestra familia, mi familia, juntos riéndonos y paseándonos por los hermosos jardines del Palacio de Theed, llevando a cabo nuestras vidas como lo hubiesen hecho Anakin y Padme con los gemelos si la Venganza de los Sith no se hubiese llevado a cabo., pero el hubiera no existía y por tanto era momento de decir adiós.


—Lo siento Ben —solté su mano y él hizo lo mismo.


—Yo también lo siento —guardó distancia de mí—, siento no haber sido tan fuerte como Darth Vader.


—Lo fuiste, al menos para mí y eso jamás lo olvidaré —no quise meterme en ese asunto de Darth Vader, no tenía caso—. Mientras siga con vida, te prometo que siempre te llevaré conmigo, después de todo eres un Skywalker.


—Como ahora lo eres tú.


Sólo pude asentir y en un cerrar y abrir de ojos, me encontraba de vuelta en la cueva de Ahch-To. Recién comenzaba a recordar el por qué había regresado, de alguna manera me he de haber sentido atraída por la oscuridad que emanaba de ese misterioso y letal subterráneo. Nunca nada de este sitio tenía sentido y quizás sí.


Ahora que me pongo a pensar, me doy cuenta que el haber visto mi reflejo en lugar del de mis padres cuando pedí saber sus identidades, la cueva me dijo que yo era la respuesta como ahora me había mostrado lo que me estaba deteniendo de cumplir con la tarea especial de Luke, el remordimiento por no haber podido salvar a Ben y el anhelo de haber compartido este destino con éste.


—Has hecho muy bien Rey — la voz de Luke se hizo presente conforme emergía del hoyo—, has aprendido a procesar tus emociones, te has encarado a tus demonios y has aprendido el valor que se tiene al sacrificarse por el bien común. Sobre todo, has visto por encima de ti y aceptado la verdad en la que te encuentras y ahora sabes bien lo que necesitas y lo que debes de hacer. No cabe duda de que estas lista para dirigir a la siguiente generación de caballeros Jedis.


—Luke —suspiré tras pronunciar su nombre.


—Si quieres mi consejo —quisiera o no , de todos modos me lo iba a decir e igual yo lo iba a escuchar—, coincido con que Finn sería un buen candidato, aunque sería bueno que te dieras una vuelta a Mandalore para ver si mi pequeño amigo verde está dispuesto a regresar ahora que su padre ha muerto.


Me quedé sin palabras para responder a todo lo que acaba de decir, es que por más satisfecha que me sintiera por su voto de confianza y sus increíbles recomendaciones, mi corazón seguía roto por lo que recién acaba de sepultar en la profundidad de mi cueva, en otras palabras, lo que acababa de sepultar en mi corazón. Como era de esperarse, Luke no necesitó meterse a mi mente para saber lo que me perturbaba.


—Si te sirve de consuelo — el luminoso maestro lució esa sonrisa pícara como solía hacerlo al burlarse de mí, es que le encantaba—, nadie realmente se va.


De repente una silueta borrosa apareció muy detrás de donde se ubicaba mi maestro, no pude evitar concentrar mi vista conforme adoptaba la forma del joven Solo. Mi corazón se iluminó y al instante sonreí como igual lo hizo Ben al quedarnos mirándonos como un par de locos enamorados. Pasara lo que pasara, todo iba a estar bien porque en ese momento supe que jamás iba a estar sola.

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