La fusión entre Godzilla y Transformers resultó bastante innovador por
parte de Guillermo del Toro. Obviamente se trata de un trabajo derivado de varias
mitologías y producciones de ciencia ficción, pero en conjunto este concepto
neuro-tecnológico aplicado en un contexto apocalíptico ha resultado una de las
mejores experiencias para su género. En
otras palabras, se aspiró a realizar más de lo acostumbrado.
Del Toro tenía fija una visión y con ayuda de Travis Beacham logró
plasmarlo en un respetuoso guion. El relato en sí es estable, contamos con
situaciones de drama y comedia pero mayormente dominan las épicas secuencias de
destrucción. Varios personajes integran esta travesía y cada uno cuenta con su propio
desarrollo, quizás desde un aspecto superficial ya que no se tiende a profundizar
en sus pasados a excepción de los dos principales.
Debo admitir que ver a la humanidad combatiendo a los monstruos a
través de robots es fascinante en lugar de verlos correr por sus vidas. No es
una trama complicada de entender ni mucho menos de seguir. Al principio se nos
narran los motivos por lo cual la Tierra está siendo invadida por los Kaijus por
lo que uno no necesita adivinar. El diseño de estos monstruos es formidable y
dado que se trató de material inédito, la creatividad simplemente fluyó.
Siempre acostumbrados a ver la destrucción sin sentimiento invertido,
pero ahora se puede percibir de otra forma conmovedora. Debido a la inserción
de la neurociencia, el manejo de las máquinas no es sólo mover una palanca o
apretar botones, sino depende de impulsos físicos y raciocinios acertados. Dos
pilotos deben compartir una conexión sentimentalmente compatible o de lo contrario, sufrirán por el severo
peso mental que requiere el enlace.
Estás son cuestiones básicas mostradas a partir de escenas directas
sin caer tanto en alboroto. Se requiere un poco de atención en los aspectos
técnicos pero el diálogo es comprensible; de hecho, no suelen usarse muchos tecnicismos.
Sorpresivamente esta adaptación da mucho de qué hablar a pesar de tratar casi
todos los elementos que la componen. Interesantemente permanecen algunos
detalles que podría indicar tanto continuidad como orígenes, pero ya estaría de
más.
Incuestionablemente Guillermo del Toro se tomó un gran riesgo y salió
adelante. Aunque no es de extrañarse toda su carrera ha consistido de proyectos
inusuales, curiosamente esta vez optó por la ruta de la tecnología robótica en
lugar del diseño artístico. No lo descuida del todo, al contrario, se nota la
mano de obra en los trajes, las bases militares, los robots y la urbanidad de
las ciudad elegidas. Por otro lado, omitió la presencia de una estrella
taquillera para posicionar a este elenco común en una élite capaz.
Charlie Hunnam se podría comparar con Channing Tatum por su sentido de
seriedad y carisma. No tiene experiencia en este género y su status popular es
algo limitado. Sin embargo, aprovecha esta oportunidad para desempeñarse con
profesionalismo y en cierto modo es bueno ver una cara fresca. Asumo tomó como
referencia a Sam Worthington en Avatar al estar conectado con el enlace y la
compatibilidad con su hermano, pero al final de cuentas nos atrapa de
inmediato.
La verdadera estrella aquí es Idris Elba, desde Prometeo ha estado
creciendo en esta clase de papeles no por interpretar a gente de mando sino por
relucir esa presencia. Desde principio a fin, su actitud es impresionante de
observar y cada diálogo es ejecutado con una notable dicción. Pese a su
comportamiento militar, nos sentimos obligados a darle nuestro respeto ante
cada palabra, consejo o discurso expresado.
Rinko Kikuchi es atractiva desde que entra a cuadro pero su razón de
ser se la debe a Mana Ashida porque la secuencia donde interpreta a Mako de
niña se conforma como uno de los momentos esenciales de Titanes del Pacifico.
Tanta descripción emocional liberada por su mera inocencia. Sin duda, es impactante de ver y por tanto
Kikuchi lo toma como referencia y aprovecha este vínculo de simpatía.
Con su forma de hablar, Charlie Day nos hace pasar buenos ratos. Ahora
en compañía de Burn Gorman, la diversión se duplica. Ambos pertenecen a lados
opuestos de la misma moneda pero en conjunto, son unos genios. Tampoco podemos
descartar a Ron Perlman quien luce un atuendo bastante novedoso. Seguramente
esos zapatos de oro se pondrán de moda. En sí la participación de Perlman es
breve pero efectiva. Favor de quedarse unos minutos durante los créditos porque
su frase lo vale.
Los efectos visuales son fenomenales, por más destrucción existente no
se siente un grado de saturación. Las batallas son espectaculares no por su
sensacional forma de transmitirse sino por no perder de vista la vulnerabilidad
de los personajes que las controlan. La edición es limpia, el sonido siempre
entra en el momento adecuado y la composición musical nos contagia de energía. La
cinematografía de las ciudades y el Océano Pacifico son bellamente
administradas pero en mayor parte, el director de fotografía merece esté
crédito.
En conclusión, lo mejor de tener una producción original es también
contar con una donde no terminé en continuación. Es cierto que permanecen unos
pendientes pero no se siente necesario de explicarse porque la trama principal
está artísticamente ejecutada por
Guillermo del Toro. Su pasión es de admirarse como siempre y por tanto si se
busca pasar un buen tiempo en el cine, entonces no dudes en acudir a verla
porque se espera un raite fantástico con sólo ver los efectos.
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