En el río
Baztán, situado en el norte de la Comunidad Foral de Navarra, es hallado un
cuerpo de una joven que pondrá en evidencia el retorno de un asesino serial que
solamente la inspectora de la sección de homicidios Foral cuenta con la
capacidad de resolver, pero para ello, tendrá que enfrentarse a su pasado al
regresar a su pueblo natal del cual se la ha pasado huyendo toda su vida.
No es mi
intención ponerme nostálgico, pero es que me pesa saber que han transcurrido 7
años desde que la adaptación de la primera novela de la Trilogía del Baztán
salió en los cines. Siendo una producción española, la única forma que tuve
oportunidad de verla fue gracias a que Netflix la incluyó en su catálogo a
finales del año 2017. Siendo tan sólo el principio tras anunciarse que las siguientes
serían producidas e igualmente estrenadas bajo la misma plataforma.
Más
emocionado no pude haber estado porque este género me fascina en el sentido de
que el énfasis recae más en el contexto y en sus protagonistas, y no tanto en
los psicópatas como otras adaptaciones tienden a justificar sus monstruosas
intenciones para que el público romantice con estos. Lo cual desde un punto
personal no ayuda, pero al final de cuentas es entretenimiento así que no puedo
ser tan severo.
Es lo que
es y con esta sinopsis, yo creo que cualquiera podría encontrarle interés y en
cierto modo podría consolidarse como un desafío mental para intentar
desenmascarar al verdadero asesino porque no tenía ni la más mínima idea de lo
cerca que se encontraba de Amaia, hablando de la misma familia, familia que es
dura con la propia inspectora y es justo esta subtrama lo cual nos tiene
enganchado desde el primer minuto.
Obvio que
no se trata de la primera vez que la veo, tal como lo especifiqué al inicio,
decidí regresar a este crimen tras haber recibido el libro de la autora Dolores
Redondo. Impresionante descubrir que haya sido galardonada por los Premios
Planeta 2016 y Bancarella 2018.
Agradezco a una compañera de trabajo por este
bello obsequio, así que me puse de objetivo leer cada novela para así ir
volviendo a ver las películas para comentar en mis humildes palabras lo que me
han parecido cada una de estas, empezando con El Guardian Invisible.
Tomando
como base el contexto circunstancial, las localizaciones y la mitología vasca,
no hubo forma de que me las pudiera perder en ese entonces y mucho menos ahora
tras haber leído la primera novela. En parte los avances ayudaron bastante a
atraer el interés pese a la controversial recepción que le acechaba al ser
demasiados duros con esta, porque lo fueron.
Por decir
que la película permanece impresionante, confieso que la encontré superior a la
novela por no sólo mantener la esencia sino por darle su propio enfoque y dinamismo
cultural. Siendo sincero, la narrativa de Dolores es demasiada pausada,
ordenada y sin ritmo a gran diferencia de la dirección inyectada por Fernando
González Molina, quien la pone a la altura de El Silencio de los Inocentes
o eso intenta al abrazar el aspecto sobrenatural porque termina por
inquietarnos aparte del caos que habita en la mente de Amaia.
Cabe
resaltar que González es reconocido por sus trabajos como Tres Metros sobre
el Cielo, Tengo Ganas de Ti y Palmeras en la Nieve. No
cualquiera pasa de dirigir dramas juveniles a dramas de asesinatos, que ni fueron
las típicas por la importancia que le da al desarrollo de los personajes, y
aquí tampoco fue la excepción.
Marta
Etura es perfecta como Amaia Salazar, ya que logra capturar esa capa de
misterio que rodea a esta calificada agente que de repente empieza a perder la
cordura. No puedo evitar comparar su actuación con la de Clarisse de Jodie
Foster, lo cual sería un cumplido y bien merecido por destacar entre sus
compañeros.
Elvira
Mínguez como Flora es intensa pero no tan intensa como se describen los pleitos
en el libro, aparte de que le restaron importancia a su papel viendo que es
ella quien descubre y se encara al antagonista. Y no podía ser de otra manera,
porque eso es lo que termina por debilitar la historia de Amia, por encontrarse
siempre a un paso atrás y nunca adelante. Y lo digo de principio a fin,
literalmente hablando, el título podría referirse más a Flora que al Basajaun.
Francesc
Orella como Fermín Montes da justo en el clavo y a pesar de quedarse corto en
tiempo, se defiende en compañía de Itziar Aizpuro que como la Tía Engrasi
aprovecha la extensión de su papel mientras que Patricia López se desvanece en
el fondo como Rosaura. Entre las sombras, Quique Gago hace todo lo posible por
vendernos la monstruosidad en Victor y lo logra mediante el énfasis de su
discurso revelador.
Lamento decirlo,
pero el libro de El Guardián Invisible es puro hablar y hablar sin
dirección entre sus participantes, escasa acción, leve suspenso y una atmosfera
que se aleja de lo sobrenatural a diferencia de la adaptación cinematográfica
en donde predomina hasta el grado de hacernos creer que de verdad existe y es
la mera causante de dichos asesinatos.
La
identidad del Basajaun sólo se menciona por texto más tenemos la dicha de verla
y hasta escucharla mediante el silbido en escenas que trascienden a nivel
visual, mientras que el asunto de la madre de Amaia y su niñez sigue siendo lo
mejor que nos describe la autora Dolores que para haber sido la primera novela
de esta trilogía, aun así es de aclamarse por su originalidad y enriquecimiento
cultural.
Si no
fuese por su atrevimiento, Fernando y compañía no hubieran tenido siquiera la
oportunidad de hacer esta historia invisible en una claramente visible e
impactante desde diversos sentidos, y no sólo físicos sino psicológicamente
hablando. Por tanto, yo la pensaría dos veces antes de escuchar a los críticos
porque esta entrega lo vale cada minuto de nuestra atención. En cuanto al
libro, ahí si la pensaría dos veces, pero dependerá de ver cómo resultó la
segunda parte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario