Cinco años después de The Bourne Ultimatum nos llega una especie de secuela similar en el estilo pero con algunos toques de genética a la Resident Evil y un introductorio contexto inspirado en The Grey.
En el momento en que comienza lo bueno, resulta ser el clímax. No puedo evitar sentirla como una antesala para la siguiente verdadera aventura de Jason Bourne. Obviamente el estudio no tuvo alternativa por las salidas del equipo Greengrass-Damon, mas sólo reciclaron material teórico de la trilogía, especialmente de la última entrega porque de ello sólo se ven dos minutos de continuación de los cuales no me gustó la dirección en que va encaminado.
Algunas referencias de Bourne tienden tanto a emocionarte como decepcionarte porque inevitablemente extrañas a este personaje. Con todo respeto a Renner, Matt Damon puso a Bourne como un hombre compasivo a pesar de su naturaleza asesina. Quizás se deba a que su personaje no esté bien descrito ya que las facciones sentimentales se remplazan con adicciones a pastillas y comportamiento genéticamente manipulado. No obstante, Jeremy Renner lo compensa entregando asombrosas maniobras tácticas.
Fácilmente Rachel Weisz se roba la película con una gran patada. Suena curioso pero no necesito de entrenamiento alguno para formar parte de quizás la mejor escena de acción. Desafortunadamente la unión con Renner se da fugazmente y sin interés. Esto es por motivo de que los objetivos o las razones detrás de las circunstancias imprevistas no están del todo definidos. Por encima de esto se encuentra la falta de química comparada con el buen acoplamiento de Damon y Potente.
El personaje de Weisz contribuye al aspecto genético, un material nunca visto al menos en esta serie. La manipulación del comportamiento y la atribución física me relaciona a las películas de Resident Evil. Hubiera optado por concentrarme en la política o el espionaje porque Weisz se esfuerza por mostrarnos esta ciencia, pero al final de cuentas los guionistas la descuidan del mismo que lo hicieron con Edward Norton.
Sabemos de los diversos programas del Gobierno, pero añadir otro por encima de ellos suele confundir aun más este multi-sistema. Hizo falta un antagonismo eficaz y es ahí donde Norton es desaprovechado. Realmente nunca llega a confrontar al protagonista, ni siquiera se le acerca o toma acción por su propia mano como lo hicieron Joan Allen, Albert Finney y David Strathairn. Se desconoce si formaba parte de la intención del estudio, empiezo a creerlo.
Entonces el guion de los hermanos Gilroy está terriblemente incompleto y es de extrañarse tras haber redactado los épicos relatos de la trilogía principal. La estructura narrativa está a medias y sin razón de ser. El modelo de entrenamiento me desencanta, hubiera preferido una misión en vivo o que los mismos agentes desconocieran de su realidad. El vínculo entre los programas es notable pero su relación verídica con los centros operativos no tiene causa porque están disfrazados.
En todo caso era para que Aaron Cross tuviera como objetivo exponerlos ante la prensa en lugar de obsesionarse con unas pastillas. Bourne ignoró el medicamento y optó por sobrevivir mediante su búsqueda personal. En ese proceso se topó con Pamela Landy, hecho que Cross nunca hace. Se muestra un cierto interés por esos nombres, pero en Cross queda como implícito. No sé sabe que hará al final, se presume irá a buscar a Bourne.
Honestamente la primera hora se maneja con un tono confuso, puesto que la trama se divide en mostrarte parte del entrenamiento individual de Cross, los conceptos temáticos y vincularte con los eventos de Bourne Ultimato. Es un recorrido bastante cansado porque te saturan con información e interrogantes que los propios personajes no hayan como resolver. A diferencia de Prometeo, aquí existe un estancamiento que cuando se da el primer paso, resulta ser la salida inconclusa.
Fuera de esto, se aplauden las secuencias de acción por ser brutalmente realistas e inmersas de suspenso. Es grato saber que el equipo de edición sigue empleando los mismos elementos aunque con un poco de rectitud en los encuadres. Obviamente la persecución en las Filipinas sigue siendo fenomenal y similar a la antecesora. Me hubiera agradado haber visto más del agente LARX-03, similar al programa Nemesis de Resident Evil 2.
En conclusión, Tony Gilroy desaprovechó su oportunidad de dirigir y escribir una gran secuela. Existe mucho material por contarse de buena forma pero el desvío de dirección, la falta de credibilidad y desarrollo fueron los aspectos que cuestionan el futuro de Bourne. Lo vuelvo a reiterar, si existen planes para una quinta será mejor que se traigan al dúo original porque solamente ellos podrán reparar este legado decadente.
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