De sólo escuchar el
nombre de Hawking podría despertarse una serie de controversia dado a las
distintas posturas que ha asumido durante su búsqueda por conseguir aquella ecuación
que pruebe el Todo detrás de nuestra existencia, con o sin un Dios de por medio.
Muchos se sorprenderán
de descubrir que la Teoría del Todo se maneja por lo que es, una teoría. De
hecho ese no es el ángulo central sino la prioridad aquí es la increíble
historia de amor entre Stephen Hawking y Jane Wild a través de las distintas fases
de la enfermedad. Para bien o para mal, estuvieron juntos en los momentos más difíciles.
Esto nos da mucho a
pensar sobre la vida de este Físico y en su proceso llegamos a entenderlo como
el ser humano imperfecto que era. La honestidad como el respeto son valores que
destacan en esta pareja porque sus creencias opuestas nunca se convirtieron en
conflicto, más bien fue la enfermedad lo
que los llevó al punto de quiebre.
El guión de Anthony
McCarten no sólo transmite la inteligencia de Hawking sino su lado humano. Cualquiera
que la vea descubrirá a este hombre vulnerable, limitado, traicionado por su
propio cuerpo pero todavía con la capacidad de amar, apasionarse por su trabajo,
perseverar hasta el grado de mantener intacto su sentido del humor.
El director James
Marsh entendió lo que tenía en sus manos. No se trataba de cualquier libreto de
amor, este no tendría el final soñado. Por tanto se percibe la cautela que tuvo
al abarcar ciertas temáticas. Es directo con su contenido, las cosas como son,
pero nunca le pierde el respeto a él ni muchos menos a nadie.
Eddie Redmayne se
tuvo que crecer, si de por sí había llamado la atención en Les Miserables,
ahora cuenta con buenas probabilidades para acreditarse el Oscar por Mejor
Actor. Después de verlo ponerse en los zapatos de Hawking, me quedo
impresionado no sólo por sus gestos sino su movimiento corporal, voz, pestañeo
y caminado.
Redmayne lo caracteriza
desde su estado sano hasta su total deterioro convirtiéndose en uno de los
mejores actores jóvenes de estos últimos años. Él es la razón por la cual no
sólo entendemos a esta mente brillante sino llegamos a apreciarlo por su grande
estrago por aferrarse a la vida. Obviamente el crédito no es del todo suyo.
Para eso se
necesitaron de dos y Felicity Jones no se quedó atrás. Reforzada por la
presencia de su protagonista, Jones le hace justicia a Jane al priorizar sus
sentimientos. Una de las mejores escenas podría suceder poco antes del final
donde ambos expresan su sinceridad con el motivo de finalmente ser libres. Tampoco
podemos descartar la química que tuvo con Charlie Cox, un reflejo de lo que
siempre quiso Jane, por así decirse.
Cinematográficamente
la adaptación goza de buen ritmo, gracias a su narrativa resumida y a las poderosas
actuaciones, el interés no se pierde. No existe ninguna compensación en sus
encuadres o ubicaciones, la atmosfera de esa década se encuentra tal como
debería. Quizás y fue en el departamento de la Música donde se prestó la
creatividad en orden de compaginarse con la atmosfera sentimental.
En conclusión: las
cinco nominaciones están justificadas. Redmayne y Jones son lo mejor que le
pudo haber pasado al de por sí extraordinario guión de McCarten. Bajo este
esfuerzo se sumaron los productores y la compositora, aunque me temo que fue
una gran pérdida que el director no haya conseguido la nominación. Realmente merecía
este prestigio al lado de sus compañeros.
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