domingo, 20 de enero de 2013

Crítica de Lincoln

                


 
Dramas de esta naturaleza histórica americana tienden a ser descartadas por sus guiones complejos, abundancia de escenarios emocionales, exposición de conceptos y ausencia mínima de acción o suspenso gráfico. No obstante, Lincoln ha sido la excepción desde su primer día de estreno ya que actualmente radica como la candidata más taquillera de la Academia y actualmente sigue recomendándose fuertemente no sólo por críticos sino por la misma gente.
 
Suelo comprender el por qué algunos están en contra de verse triunfar en las categorías prestigiosas de la Academia. Desde mi perspectiva no me molestaría en absoluto, sino en la tradición de El Discurso del Rey la aceptaría de inmediato por su mensaje de historia, el valor de hacer lo correcto y por el ejemplo guía que un verdadero presidente debería tener ante su pueblo. Es más, no me sorprendería verla convertirse en un título de catálogo para toda clase de escuelas.  
 
Iniciando por su trama, podría existir un poco de confusión sobre la guerra civil, esta situación se explica a la brevedad y por tanto se requiere de iniciativa para estudiar esta separación entre el Norte y el Sur. No obstante, una vez adentrándose en la abolición de la esclavitud con la Treceava Enmienda es cuando la magia sucede. Indudablemente Tony Kushner adaptó la travesía de Lincoln por cumplir este objetivo con rectitud, humanidad y conocimiento. Cualquiera que la haya visto, sabe del gran aprendizaje que uno adquiere con sólo prestarle atención.  
 
Las anécdotas, los discursos, las políticas, los asuntos familiares, las distintas ideologías, las negociaciones, los debates, el fanatismo religioso, las ubicaciones, las teorías, las predicciones, los cuestionamientos, las estrategias de guerra, el racismo y la redacción, conforman un material valioso y apreciable por la cercanía a los sucesos ocurridos en enero de 1865. Sorpresivamente ahora  podemos observar, comprender y analizar los eventos que guiaron a la libertad de los esclavos de color.
 
Como era de esperarse, la dirección de Steven Spielberg es majestuosamente épica. Quizás algunos estén de acuerdo con que Caballo de Guerra merecía haber ganado la estatuilla máxima en lugar de El Artista, la cual nadie se atreve a rentar. Ahora gracias a su mano de obra, vuelve a contar con la gran oportunidad de recibir este honor por la tercera ocasión. Digan lo que digan, está justificado porque Lincoln es el producto de un hombre que supo lo que quería y sobretodo, supo cómo lograrlo.  
 
En aspectos técnicos y artísticos: se defiende con estable cinematografía, vestuario acorde a la época, sonido y efectos acertados, edición sobresaliente por el empleo creativo de la iluminación, un buen suspenso creado por la atmosfera política, adecuada colocación de los elementos artísticos y una composición digna por John Williams. Sigo prefiriendo su trabajo en Caballo de Guerra, pero admito que nadie pudo haber compuesta una melodía tan acertada en el carácter de Lincoln como lo consiguió Williams.
 
Comienzo a creer que Lincoln va más allá de la dirección de arte o cinematografía, sino todo recae en su equipo de talentos actorales. Daniel Day Lewis, Sally Field, David Strathaim, Joseph-Gordon Levitt, James Spader, Hal Holbrook y Tommy Lee Jones, son la razón por la cual nos contagiamos de emoción, nos conmovemos y la recomendamos sin pensarlo. Obviamente este logro no hubiera sido sin la mera participación de Spielberg, quien últimamente ha estado entregando obras inmortales.
 
Daniel Day Lewis en el papel de Abraham Lincoln es la perfección. Lewis adopta la caracterización no sólo física sino la expresiva. La imitación de las posturas, la pronunciación de los discursos, el modo de narrar anécdotas y la forma de dirigirse a la personas, nos  hace sentir que estamos presenciando en vida al verdadero expresidente Lincoln. Inclusive uno siente escalofríos cada vez que toma la palabra, siendo un efecto escaso hoy en día tanto en el cine como en la política actual. Indudablemente es un relato épico respaldado por un protagonista épico.   
 
Sally Field nunca falla en transmitirnos sentimientos y definirnos una personalidad. Honestamente no pude haberme imaginado a otra actriz capaz de revelarnos el estado vulnerable de la esposa de Lincoln. Field nos hace preocuparnos no sólo en ella sino en los alrededores de la Casablanca. Esta conmoción desempeñada es identificable e inevitablemente profunda.
 
El actor de reparto más fuerte sería Tommy Lee Jones porque cada emoción expresada haya su modo de contagiarnos con humor, dicha e ira. Básicamente interpreta al clásico revolucionario en el sentido de emplear las palabras como armas. Sin embargo, su visión cerrada es gratificante y Jones la seduce en su escena con Lewis. No obstante, su esencia se da cuando se quita la peluca y  nos muestra su humanidad bajo sus verdaderas intenciones.
 
Entre otros quienes merecen crédito están David Strathairn por su personalidad recta y Joseph-Gordon Levitt quien se ha estado volviendo en un actor de garantía. En conclusión, Lincoln es un pedazo de historia que merece ser visto, considerado y adoptarse como un modelo a seguir al momento de adaptar a grandes figuras de la historia. Nuevamente Steven Spielberg y Daniel Day Lewis han hecho historia.
 

1 comentario:

manipulador de alimentos dijo...

Un gran personaje, en su faceta política y personal, pero demasiado charleta, en esta versión, un vara, sermoneador, y a ratos incluso un tanto lunático. Y todo en esa manera tan Spielberg, de resaltar emociones de forma descarada a través de la música, de abrazos del 'todosjuntosporfin', tan impositivo en sus sentimientos... Pero un personaje como Lincoln no puede producir una mala película y de estas tampoco Spielberg sabe hacerlas. Un saludo!