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Indiana Jones y Los Últimos Herederos
Indiana Jones estaba atónito, por decir que le costaba respirar, y es que a su edad era imposible no estarlo tras todo lo que había experimentado en Sicilia con ese inexplicable e imposible viaje en el tiempo. En un cerrar y abrir de ojos, y en buena parte al tremendo derechazo de Elena Shaw, despertó en el sofá de su deprimente departamento.
Nada de esto le causó gracia porque ya había hecho las paces consigo mismo, estaba convencido de que nada le esperaba en este tiempo; sin esposa y sin hijo, sin amigos o familiares, y sobre todo una carrera en descenso ante la disparada popularidad de la tecnología y la exploración espacial.
Ya nadie quería usar sus manos y excavar en zonas nunca antes visitadas con tal de encontrar reliquias que ayudaran a explicar el pasado de la humanidad, de dónde veníamos y hacía dónde íbamos. Ahora todos apuntaban al futuro, a la incertidumbre y a la riqueza. Todos destrozados por dentro, pero al menos cómodos y con cosas que ni necesitamos pero que nos hacían sentir bien.
En efecto, para alguien como Indiana Jones, no era justo lo que deseaba cuando tuvo en sus manos ese futuro de explorar lo que cualquiera arqueólogo daría por volverse realidad. Y todo por subestimar a su ahijada en ese momento de debilidad, oh cuánto odió no haberse cubierto como perfectamente lo hubiese hecho en su juventud. La edad sí que le estaba pasando factura, pero ahorita se las vería con Elena porque en cuanto la escuchó ingresar a la sala, se puso de pie sólo para tener que frenarse ante una visita inesperada y necesaria.
Nuevamente Indiana se quedó sin aire al encontrarse a su amada cargando con una bolsa de víveres como si se tratase de esos días en que solía regresar del mercado para preparar la comida. Así de la nada, como si aquella discusión que terminó en divorcio nunca hubiese pasado y gracias a Dios nunca pasó porque esta bella silueta que tenía enfrente ya se había reconciliado con éste mucho antes de haber pisado el departamento que ya no se sentía tan patético. Quizás un poco ya que era lo único que la Universidad le pudo ofrecer tras solicitarle el cambio.
Sin importar el paso de los años, Marion Ravenwood seguía siendo la dueña de su corazón y como no serlo cada que ella pronunciaba: “Indiana Jones”, solamente en su boca y expresado con desdén su nombre cobraba tanto fuerza como propósito. Su mera presencia le daba sentido a su vida y justo eso lo que necesitaba en este preciso momento, aunque fuese demasiado orgulloso para admitirlo.
Ambos se tomaron de las manos después del enfrentamiento sincero que se tuvieron, y se quedaron mirando como solían hacerlo cuando eran tan sólo unos jovenzuelos aprendiendo de la vida y el amor. Tal parecía, algunas miradas eran de amor eterno, y no podía ser de otra manera, lo cual detonó una tonta sonrisa en Indiana Jones, una sonrisa que no se le había visto incluso antes de haberle sido notificado de la muerte de su hijo.
No había nada que amortiguara esa pérdida, excepto reencontrarse cara a cara con su bella amada, reviviendo esos besos que curaban tanto el alma como la agonía como lo hicieron cuando recién habían recuperado el Arca del Pacto. Todavía seguían funcionando, sólo que esta vez, Indiana alejó a su esposa del espejo para no volver a recibir otro accidental trancazo porque en cualquier momento Marion giraría para verse, y no la culpaba.
Esto lo hizo caer en nostalgia al acordarse de esos tiempos en que lo único que importaba era vivir al máximo. Tomar todo lo que la vida les ofrecía y sin pedir permiso. Ahora, era todo lo contrario, la vida sólo quitaba y jamás perdonaba. Inevitablemente lo hizo acordarse de su padre, tantos años desperdiciados en conflicto. Al menos los últimos meses pudieron compartirlos juntos. Cosa que no podía decir de su hijo, Henry Jones III o mejor dicho Mutt. ¿Qué clase de nombre era Mutt? Lo mismo podría decirse de Indiana. Cuestión de gustos, más bien, cuestión de egos puesto que no había nada de qué avergonzarse.
Ambos nombres eran igual de buenos como el original, pero nada de eso importaba porque Mutt había muerto en la guerra y todo por una tonta discusión que tuvieron. Al igual que como lo hizo con su padre, su hijo hizo lo mismo con éste a excepción de que Mutt no pudo vivir para seguir sus pasos. A tan sólo doce años de haber sabido de su existencia, y apenas en la quinta interacción que tuvo con este terminó por conducirlo directamente a su lecho de muerte o eso creyó tras haber sido interrumpido su reciente reencuentro con Marion.
Alguien estaba tocando la puerta con tanto afán que era molesto, a duras penas había dormido y el ruido de por sí lo sacaba de quicio. Marion pudo darse cuenta de ello, así que tuvo la iniciativa de ir a ver de quién se trataba. Indiana Jones esperaba que fuese cualquiera menos su ahijada, con la estúpida excusa de que se había dejado las llaves. Suficiente había tenido en compartir su búsqueda por el Dial del Destino como para verse metido en otras de sus aventuras capitalistas.
Prefería mil veces revivir lo de Akator con esa Calavera de Cristal dado que esta travesía la tenía con alta estima siendo la primera vez en que compartió su oficio con su familia, su verdadera familia. Nada bueno había resultado al final, excepto la boda y el haber reclamado a un hijo. Eso sin duda, había sido su más grande tesoro y el más desperdiciado, desafortunadamente.
Y tras abrirse la puerta, se desató un rotundo suspiro entre los presentes. Difícil de creer que la persona que se encontraba enfrente era nada menos que Willlie Scott. Así es, la mismísima y disque cantante del club nocturno de Shanghái. Resultaba extraño verla tan elegante y formal, eso sí, la inigualable belleza con la que se había topado la primera vez en que puso sus ojos en ella. Ante la mirada celosa de Marion, tuvo que contenerse para no ganarse otro derechazo a la cara. Con uno había sido más que suficiente.
Obvio que Indiana Jones las presentó, por más raro que se sintiese, y es que nunca anticipó que esta escena ocurriría y mucho menos a sus ochenta años. Esperaba que no se agarrarán a golpes porque los llevaría directo al hospital y nadie quería esto a en esta delicada edad. En lo absoluto.
Willie se fue directo al grano y les reveló que su hijo no estaba muerto, sino que se hallaba con vida. Tanto Indiana como Marion pidieron explicaciones y Willie les comentó que Shorty, bueno ni tan pequeño ahora, se había contactado con ella para pedirle que contactara a Indiana Jones y le pidiera reunirse con éste en Vietnam.
Todos los detalles de su futuro encuentro venían escritos en una carta que personalmente Willie le entregó para que en segundos Marion se la arrebatara para revisar si venía algo más sobre el paradero de su hijo, quien presuntamente yacía vivo, pero haciendo qué realmente, ni idea.
Eso sí, tenían que averiguarlo y juntos por lo que no dejó hablar a Indiana Jones y se le pegó a su lado para obligarlo a empacar su famosa chamarra, látigo, botas, revolver y no podía faltar esa icónica y legendaria fedora que colgaba afuera de la ventana del reanimado departamento.
Antes de salir, Indiana Jones quiso saber por qué su viejo amigo no había venido personalmente a darle la buena nueva. Sí que era lamentable que, desde lo ocurrido en el Templo de la Perdición, no se hayan vuelto a ver. Willie le comentó que, debido a la guerra en Vietnam, Shorty no podía abandonar el país, había mucho en juego y con ello no se refería sólo a la vida de Mutt, sino del futuro de la humanidad ya que dependía de un último esfuerzo de Indiana Jones. Eso y la lógica de que por ser vietnamita, Shorty era el enemigo y no sería bien visto que lo descubriesen pasando información a su amigo americano.
A Willie le costó al principio, pero al final lo entendió como siempre solía hacerlo, y sin más por decir, se despidió no sin antes pedirle permiso a Marion de robarle un último beso a Indiana Jones, a lo cual desató una carcajada en Marion al suponerlo como una broma. Al ver que las cosas iban en serio, Marion tensionó su rostro y con eso fue suficiente para que Willie entendiera de que era momento de irse y hacerse una manicure porque le hacía falta a morir tras verse esas uñas tan desgastadas.
Indiana trató de disimular su decepción, mas el golpe en el hombro fue evidencia de que no hizo un buen trabajo. Aún así, el saber de que su hijo vivía lo llenó de buen humor olvidándose del dolor que sentía y poniendo en marcha un nuevo plan para infiltrarse a Vietnam y extraerlo antes de que fuese demasiado tarde.
Durante el viaje no pudo dormir, y cómo podría cuando todavía recordaba la acalorada discusión que había tenido con Mutt. Típico entre padres e hijos, pero Indiana Jones ni siquiera se había enterado de la existencia de un hijo hasta hace doce años. Y es que no había nada peor que el orgullo en uno mismo, ese orgullo que puso en peligro la vida de su hijo y que ahora había surgido la oportunidad de enmendar la situación. Más que cualquier otra reliquia, la búsqueda por su hijo representaba la más importante de todas, y probablemente la más peligrosa.
Por ello mismo rechazó la asistencia de Sallah, por más que quisiera hacerlo no podía ser por haber sido diagnosticado con cáncer terminal. Era cuestión de semanas o con algo de suerte, un par de meses antes de que muriera. Fueran lo que fuera, Indiana Jones le sugirió que las pasara al lado de sus nietos, sugerencia que tomó tras despedirse de la su pareja favorita con un gran y último abrazo.
“Dales infierno” fueron sus últimas palabras tras llevarlos al aeropuerto. No importaba que cada rato las dijera, siempre seguían igual de importantes y hoy más que nunca porque jamás volverían a repetirse. En cuanto llegaron a su destino, Shorty los recibió en secreto con un fuerte abrazo para ambos.
Indiana Jones quedó fascinado de presenciar a este mocoso enfadoso convertido en un hombre mayor con un tremendo acondicionamiento físico. Ninguno daba su brazo a torcer, a diferencia de Marion que no pudo evitar llorar un poco al acordarse de las historias contadas por Indiana Jones. Era la primera vez que conocía a Shorty en persona, y aún así se sentía como si fuesen años los que llevaban ya de visitarse.
Shorty le explicó haberse encontrado con su hijo en la batalla del valle de la Drang, una muy dura que vio a los americanos huir con la ayuda de Mutt quien se quedó a respaldar la retirada. Tras su captura, el parecido con el Dr. Jones era más que obvio y eso le sirvió para mantenerlo con vida, para una vez que terminase la guerra, liberarlo.
No obstante, unos descendientes respaldados militarmente por el Gobierno, aparecieron y se lo llevaron sin previo aviso. Siguiendo los pasos del Dr. Jones, Shorty los siguió de cerca descubriendo que estaban a cargo de una división clandestina creada para encontrar artefactos místicos, entre ellos la espada del Rey Dragón, aquella que prometía el poder de unificar la tierra y el cielo para así purgarlo bajo fuego ocasionando en el proceso un nuevo y mejorado mundo bajo la semejanza y el dominio del nuevo Rey Dragón.
Shorty agregó que no se trataba de una simple sexta de hombres sino de una dinastía secreta que databa de miles de años, pasando de generación en generación sus conocimientos y a la espera de hallar el nido del Rey Dragón y la Hada Inmortal, en donde la raza humana sucedió a través de los cientos de huevos que pusieron. Estaban seguros que en ese sitio o tumba yacía esa espada mágica que tanto deseaba el líder por poseer.
Obvio que le parecieron tonterías a Indiana Jones, pero siendo más absurdo que Shorty haya sido descubierto en el acto, y no sólo eso, sino su aparente vínculo con el Dr. Jones lo obligaron a buscar las cuatros piedras que contenían los símbolos de Los Cuatro Inmortales que tanto se mencionaba en los mitos y leyendas de Vietnam.
Entre que éste las buscaba, Mutt Williams se le había encomendado la tarea de encontrar la entrada a la tumba del Rey Dragón posterior de haber sido descubierta tras un bombardeo de los americanos. Antes de reunirse con Mutt y la Dinástica del Rey Dragón, debían encontrarlas para poder negociar su rescate y en el proceso impedir que estos reclamaran la mítica espada.
Lo mejor fue separarse después de estudiar las posibles locaciones, a parte de que no podían ser vistos porque al final Indiana Jones y Marion eran al as debajo de la manga mientras Shorty negociaba el rescate de Mutt. Una vez rastreadas y tomadas las cuatro piedras de las cuales no fue para nada fácil por tener que evadir trampas mortales y un par de desagradables insectos, Shorty pidió reunirse con la Dinastía del Rey Dragón.
El sitio era literalmente un infierno, un río de lava les amenazaba desde algunas de las grietas a su alrededor. Cómo era posible que hubiese un volcán oculto y semi activo por debajo de la selva a la cual se habían aventurado. A Shorty se le fue complicado negociar porque de inmediato fue captado en la mentira al serle revelado que tanto Indiana como Marion había sido capturados. Y es que está maldita dinastía siempre estaba a un paso adelante y con mucha razón tras haber sobrevivido en secreto por cientos de años.
Así que la única alternativa era entregar las cuatros piedras y en cuanto Mutt fue revelado, tanto Indiana como Shorty recurrieron a sus viejos trucos para zafarse de los lacayos y pelear hacía el interior del sitio para evitar que el líder no abriese la tumba con las cuatro piedras que tenía en su posesión. Indiana Jones quedó fascinado por cómo peleaba Shorty, nada que ver con ese mocoso que lo había quemado para hacerle despertar de un terrible sueño que odiaba recordar.
En eso el grito de Marion y Mutt lo hicieron aterrizar en la tierra, y por más imposible que resultase concentrarse, fue tanta la emoción que sintió al verse reunido con su familia de nuevo. Esto no se acercaba para nada a Akator, pero había cierta belleza en el fuego que les rodeada.
Lamentablemente, era demasiado tarde, y el líder se clavó la espada de poder en su corazón dando por inicio una imparable transformación. A lo cual Mutt sonrió para sorpresa de todos al revelar entre sus pertenencias la ballesta de Kim Quy, aquella garra mágica que se desprendió este dios con la capacidad de matar a 300 enemigos de un solo disparo. Irónicamente, lo equivalente para matar a un dragón.
Indiana Jones se contentó de saber que su hijo no era un tonto después de todo, bueno un poco, porque seguía odiando que se haya salido de la Universidad. Antes de que la transformación se llevará a cabo, Mutt le entregó la ballesta a Shorty al no poder pensar en nadie más digno que él para hacer uso del arma de los dioses. Una vez ejecutada la flecha, el último descendiente explotó con una gran magnitud, provocando que el sitio comenzará a colapsar sobre los miembros que quedaban de la última dinastía.
Trágicamente hablando, Indiana Jones y Marion no pudieron salir de esta como lo hicieron, así que antes de ser aplastados por las rocas, les pidieron a Mutt y a Shorty de que irían justo detrás de ellos. Lo cual era mentira, porque en segundos fueron enterrados. Lo último que quedaron de ellos eran sus palabras de que pasara lo que pasara no miraran hacia atrás, pero cuando lo hicieron, ya había sido demasiado tarde.
Y así era como tenían que ser las cosas, los hijos tenían que enterrar a sus padres no al revés. Finalmente, Indiana Jones había conseguido la muerte que todo arqueólogo soñaba al final de su carrera, y en sus últimos segundos de vida ni siquiera se alegró de ello porque para él, lo importante había sido recuperar a su familia, morir en los brazos de su amada y saber que su legado continuaría con Mutt y éste lo supo en cuanto se encontró con la icónica fedora en mochila.
Ni idea de cuándo o cómo, pero en ese instante pudo entender que hace 12 años no estaba listo como lo estaba ahora, y lo mejor de todo, es que no residía solo, tenía a Shorty a quien consideraba fácilmente su hermano mayor, juntos eran los Herederos de Indiana Jones y mientras ambos siguiesen vivos y explorando, el legado de Indiana jones nunca moriría.
viernes, 28 de febrero de 2025
Redescubriendo a Ellen Ripley
https://www.peliplat.com/es/article/10046258/redescubriendo-a-ellen-ripley
Sigourney Weaver, referida como la primera heroína de acción y la reina de la ciencia ficción gracias a su icónica personificación de Ellen Ripley en la Saga de Alien, desafió el mundo del cine al convertir a las mujeres en mucho más que damiselas en necesidad de ser rescatadas. Posteriormente llevando al siguiente nivel lo que Carrie Fisher comenzó con Star Wars.
Gracias a la visión que tuvo Ridley Scott en 1979, Sigourney Weaver no sólo hizo historia sino fijó un antecedente al interpretar a la teniente Ellen Ripley, la verdadera protagonista de Alien al no sólo sobrevivir sino destruir al monstruo que asesinó a toda su tripulación en menos de ocho horas.
Tras recibir el Goya Internacional de Trayectoria el año pasado, no sólo España sino todo el mundo giró a verla y escucharla por su excelente discurso, en donde confesó sentirse más querida con esta comunidad que la homenajeaba. Como era de esperarse, destacó la importancia de las mujeres en el mundo del cine y hasta sorprendió al reconocer a su doble voz, María Luisa Solá.
Así de grande y humilde es esta gran dama que en sus setenta y tantos años, nada le impide de seguir dejando su huella e inspirar al futuro talento a darse a valer, muy en especial a sus compañeras a quien cada rato motiva a que sigan presionando por cargos de directoras y protagonistas principales.
Es importante destacar que pudo extender su leyenda de los ochentas a los 2000s y más gracias a su reencuentro con el director James Cameron en Avatar. Aliens se ha convertido en ese tesoro eterno que no pasa de moda, y lo han vuelto a hacer con Avatar: El Camino del Agua en donde Weaver se atrevió a estudiar las conductas de las adolescentes para darle vida a uno de los hijos adoptivos de Jake Sully. Además, fue capaz de estudiar natación para mantener la respiración en la mayoría de las secuencias bajo el agua.
Así que no me digan que la edad es una limitante porque para Sigourney es la prueba viviente de que todo es posible en esta vida, siempre y cuando tenga el valor y la valentía de ir más allá del primer paso, y por eso mismo, es una desgracia que reciba los honores afuera de su país natal. Por decir que su última nominación fue por un Goya gracias a su sólida participación en Un Monstruo Viene a Verme.
El año en que yo nací fue cuando Sigourney Weber regresó como la amada Ellen Ripley en Aliens, consiguiendo ser nominada por un premio de la Academia en la categoría a Mejor Actriz Principal. Esto sí que era bastante inusual por tratarse de una secuela y más por pertenecer al género de ciencia ficción y horror. De verdad que es una distinción fuera de este mundo, al igual que esta misma franquicia. Bueno, al menos fue acreedora del Premio Saturn.
Cabe señalar que apenas era un recién nacido cuando se desató el infierno en LV-426, posteriormente de haber sido destruido el Nostromo. Tuvieron que pasar nueve años para descubrirla y otros 14 años más para redescubrirla y darme cuenta de lo mucho que amaba su trabajo, en especial a la persona detrás de Ellen Ripley.
Recuerdo como si fuera ayer, cuando les suplicaba a mis padres de que me llevaran al cine para ver Alien: La Resurrección en ese otoño de 1997. Eventualmente Sigourney se volvió productora, dentro de lo permitido porque si fuera por ella, Alien 3 no hubiese sido el desastre que terminó siendo y eso que decidió raparse, rompiendo así los tradicionales estereotipos de que una mujer sin cabello no la hace menos sino todo lo contrario. De ahí le siguieron Demi Morre y Natalie Portman, y ya nadie más dijo nada.
Sigourney no era una extraña de filmar escenas bajo el agua, fácilmente participó en la mejor secuencia porque ella misma hizo los stunts. Incluso cuando encesta la pelota de basquetbol, lo hizo justo en su primera toma. Digamos que fue “accidentalmente”, lo pondremos así. Estuvimos tan cerca de verla en una quinta, la actriz sigue dispuesta a regresar y tras el rotundo éxito de Romulus, podría decirse que la esperanza continua.
No se puede negar que la barra quedó alta porque Weaver no era la típica mujer a la que por décadas se nos inculcó en cualquiera de las pantallas con las que nos cruzamos conforme crecíamos. Era dura, determinada y no se dejaba, uno escuchaba porque tenía que escuchar y sí era necesario llevaba su lucha al mundo real y lo sigue haciendo mediante sus interpretaciones y presentaciones, porque ella no se avergüenza de hablar de su pasado, en especial de su experiencia como la Teniente Ripley porque suele estar presente en los paneles de aniversario de las primeras dos entregas.
Obvio que hay mucho más de Sigourney, por ello es necesario recalcar su desenvolvimiento como la intrépida terapeuta Dian Fossey en Gorilas en la Niebla y de la eficiente como superficial directora Katherine Parker en Secretaria Ejecutiva, por las cuales recibió los Globos de Oro por Actriz Principal y de Reparto, respectivamente. Incluso estuvo nominada al Oscar y a los BAFTA de los cuales perdió, y malamente porque desde entonces no ha vuelto a recibir ninguna nominación siendo esto lamentable. No que los necesite.
Incluso desenvolviéndose como la primera dama en Dave: Presidente por un día, del mismo director que la contrató para Cazafantasmas, bastante fascinante verla deshacerse de la comedia como Ellen Mitchell al ponerse al tú por tú con Kevin Kline como su esposo y supuesto presidente de los Estados Unidos. No se diga de lo atrapante que resultó verla padeciendo agorafobia en Copycat. Sí que me costaba verla como la doctora en psicología Helen Hudson, al tener que limitarse a las cuatro paredes de su habitación.
Y con Avatar 3 a estrenarse a finales de este año y teniendo a The Mandalorian & Grogu para el próximo, es evidente que esta actriz es no sólo imparable sino audaz por explorar otros géneros, sin importar que sean raras o de baja costo.
Lo menciono porque otra de las películas que amé fue Galaxy Quest, otra más ambientada fuera de este mundo. Amé su manera de caracterizar a la teniente Madison y su química con Tim Allen y Alan Rickman, fue jodidamente maravillosa que dolía el estomago por lo bien que llevaban a cabo la comedia. Ironicamente, llegó a gustarme más que Star Trek.
Al igual que Sigourney, también tuve pesadillas después de ver La Aldea, pesadillas que se curaron gracias a la adorable Mamá de Alquiler, Wall-E, aunque sólo repitiera las mismas líneas, y como negar mi gusto culposo en Las Estafadoras. Hasta Weaver se miraba más sensual que Jennifer Love Hewitt, ese acento ruso me mataba cada vez que se la escuchaba y es que no voy a mentir, cada rato miraba esta comedia porque era divertidísimo verla seduciendo y engañando a hombres para que se casaran con ella y así ponerles un cuatro para quedarse con su dinero. A parte de compartir escenas con Carrie Fisher, fue un sueño para cualquier amante de Star Wars y Alien.
También es temeraria al experimentar producciones raras tales como Tu Otra Vez, Paul, Chappie, Luces Rojas y La Cabaña del Terror. No hay problema habiendo participado en Avatar en donde lloré por su muerte ya que siempre consideré a la Doctora Grace Augustine como lo mejor, con todo respeto a Sam y Zoe, pero la pasión en la que se proyecta Sigourney sigue trascendiendo como lo hizo recientemente en El Abismo Secreto, que, pese a estar sólo unos minutos, fue suficiente para dejarnos intrigado.
En conclusión, no hay nada que pueda detener a esta gran revolucionaria del cine. Desde niña siempre pidió ser diferente y gracias a Dios no sólo lo consiguió sino lo sigue viviendo y nos lo sigue compartiendo en cual sea que sean sus papeles.
Sigourney Weaver permanece como un ejemplo de superación, inspiración e igualdad porque tanto hombres como mujeres podemos aprender algo de su filmografía sin importar que la mayoría nos limitemos a seguir viéndola como Ellen Ripley.
Al final de cuentas, ambas mujeres son lo mismo porque comparten los mismos valores, la misma fuerza, luchan por hacerse escuchar, saben liderar, son capaces de sobrevivir hasta en los peores escenarios porque así de jodidamente asombrosas son y nadie lo puede negar.
Gracias a Sigourney Weaver por atreverse a transmitir su esencia y a mi madre por presentármela a través de las películas de Alien, pude valorar y respetar a las mujeres desde que era un niño. A nunca hacerlas sentir menos sino escucharlas y seguir su liderazgo sin sentirme amenazado o inferior, sino todo lo opuesto.
Por esa razón se me vino a la mente Sigourney Weber por no sólo dejar huella en la historia del cine sino por dejarla en mi como lo ha de haber hecho y lo sigue haciendo con cualquiera que llegue a toparse con cualquiera de sus películas, no necesariamente las de Alien o Avatar, para ella no existe nada que la limite o la detenga, ni siquiera su edad, ella es y permanece siendo una gran mentora para cualquiera que busca ser la mejor versión de uno mismo en cualquier situación en la que te encuentres.