Nunca me había tocado ver un drama musical
que fuese espectacular no sólo por su artísticamente creativa cinematografía
sino por contener las más extraordinarias coreografías ya que su nivel de
dificultad está por los aires que el elenco los ejecuta con excelencia ya que otro
podría haberse dado un buen golpe en el intento.
Tras ser despedido, P.T. Barnum decide
tomar un riesgo al solicitar un préstamo bancario para llevar a cabo el primer
circo en la historia con las personas más raras. Obstáculos se topara en el
camino y su sueño se verá afectado por el deseo del reconocimiento lo cual lo
hará centrarse en el mensaje principal que consiste en ser uno mismo sin
importar lo que piensen los demás.
Esta adaptación tiene corazón y se
refleja en la letra de su música la cual genera un catalogo de canciones
genuinas que logran engancharte y en cierta manera festejar la belleza humana.
Aunque no lo crean, Michael Gracey debutó como director siendo esto un acto
inimaginable porque para tal exigencia, cumplió con las expectativas del
género.
La intención radica en expresar el
comportamiento humano a través de la imaginación, el arte, la igualdad y la
fantasía. Entretener no sólo con lágrimas o frivolidades sino con magia y
risas. Aunque existe un segmento donde la seriedad toma valor y es lo
agradable, ver los dos puntos de vista entremezcladas con las percepciones y
misma intención.
Claro que la falta de experiencia en
Gracey se compensó con el estable guión de Jenny Bricks y Bill Condon porque el
desarrollo circunstancial estuvo a la par del protagonista principal cediéndole
no sólo su momento sino a cada uno del elenco. No será el mejor respaldo para
los secundarios, pero de que se lucen, lo hacen y bajo escenarios
estruendosamente luminosos.
El sentido del humor va en sintonía con
el concepto familiar, nada irrespetuoso, inocencia, la aceptación y el amor se
posicionan en el centro de esta adaptación cuyos vestuarios, sonido, edición,
diseño y composición le consigan un par de nominaciones hasta el grado de ganar
una que otra por el evidente esfuerzo colectivo de todos los involucrados.
Lamentablemente con Star Wars: The Last
Jedi y Jumanji 2, se las ha visto difícil en la taquilla pero cerca del año se
ha demostrado con éxitos como La La Land y La Bella y La Bestia, que el género
está lejos de morir porque siempre va a haber alguien que la va a respaldar y
como se menciona en el filme: “No necesitas que todo el mundo te amé sino de
algunas personas”.
Como lo mencioné al principio, los bailes
en sí son impresionantes debido a la agilidad, flexibilidad, seguridad y
expresividad mostrada. No cualquiera podría haber entrado así nomás sin una
previa preparación como la que poseían Hugh Jackman y Zac Efron. Pese a esta
ventaja, no los detiene de innovar a tal grado que superan a sus trabajos
pasados como Hairspray y Les Miserables.
Aunque desconozca obtenga una nominación,
Jackman merece ser reconocido por su calidad al actuar, cantar y moverse. Sea
donde sea y como sea, siempre halla el modo de que la producción brille junto
con él y esa misma chispa ya era urgentemente necesaria en Efron cuyo talento
estaba siendo desperdiciado en comedias absurdas que no le hacían buen juicio a
su capacidad actoral.
No es mi imaginación creer que Michelle
Williams se pone cada vez más hermosa con la edad, sorprendente verla al lado
Jackman esos intrigantes bailes. Aunque no canté, Rebecca Ferguson invierte una
presencia irresistiblemente importante a la par de Zendaya. También merecen
bastante crédito Paul Sparks como el crítico y Keala Settle como la mujer con barba.
En conclusión, es bueno de vez en cuando
dejarte enganchar por los dramas musicales. Lejos de la realidad, ahí yace la
maravilla de contar una historia inspirada en hechos que fijaron un antecedente
en el mundo del entretenimiento como lo conocemos hoy en día. Una merecida
oportunidad llevada con gran justicia a la gran pantalla. Totalmente cautivante
y asertiva.
Calificación: 4½ de 5 estrellas