Basada en la vida real de Maria Altmann, La Dama de Oro narra la
disputa legal llevada a cabo por esta refugiada judía y su joven abogado Randy
Schoenberg contra el Gobierno de Austria con el objetivo de reclamar la pintura
icónica de la Tía Adele Bloch-Bauer I la cual le fue arrebatada a su familia
por los Nazis poco antes de la Segunda Guerra Mundial.
Cinematográficamente hablando es una adaptación que destaca por su
cultura, arte e historia. Las localizaciones se aprovechan dentro de su edición
y su contexto socio-político es fácil de entender, siempre y cuando prestemos
suma atención. Como nos enganchamos desde el primer minuto, dudo que nos
perdamos en su contenido al menos que realmente no nos interese.
Similar a Operación Monumento
y Ladrona de Libros, la dirección de
Simon Curtis nos impacta en la misma tradición debido al excelente equilibrio
que ejerce entre el humor y el sentimiento humano. Tratándose de su segunda
película, hubo una gran mejoría de Mi
Semana con Marilyn, puesto que los personajes y sus circunstancias se
sienten auténticos.
La atmosfera cambia con cada acción vista en el pasado y en el
presente; y de acorde a su divertido fondo nos hace cuestionarnos.
Históricamente es abrumante y culturalmente enriquecedora, obviamente habrá
quienes la desecharan por su núcleo controversial ya que expuso el gran alcance
de aquellos crímenes de guerra posterior al holocausto.
Tampoco se resume a un guión melodramático de Alexi Campbell, la clave
radica en la comprensión. El perdón hacía estas atrocidades suele tardar décadas
en darse, al igual la paz y aún más la justicia cuando se hace hasta lo
imposible por mantenerse oculto con tal de no verse afectadas ciertas
economías, por no referirse a algunas carteras o cuentas corporativas.
En sí nos cautiva la presencia de Maria y la perseverancia de su
abogado Randy, ya que dependieron de ellos mismos para lograr su acometido y
vaya que no fue nada fácil. Ambos tuvieron que confrontar su terrible pasado,
recapacitar en el presente y experimentar algunas humillaciones en su futuro.
Dicho lo anterior, es evidente que Helen Mirren cumple con las
expectativas esperadas en María Altmann. Además de inyectarle su status de
clase, le hace justicia al representar cada uno de sus temores, frustraciones,
desesperanzas, sabiduría y valentía. Quizás nos sorprenda el próximo año con
una nominación a Mejor Actriz Principal, honestamente se lo merece.
A Tatiana Maslany le tocó cubrir la juventud de María Altmann durante
su estancia en Viena con su familia y su huida a los Estados Unidos. Estas
retrospecciones nos mantuvieron sumergidos en el suspenso, sobretodo la persecución
donde nos esperábamos hasta lo peor. Al igual que Mirren, entrega su corazón.
Si no fuese por sus desenfrenados clichés, Ryan Reynolds ya estuviese a la altura de Bradley
Cooper o Leonardo Dicaprio. Después de haber interpretado a Randol Schoenberg,
como que Deadpool no era la mejor forma de proceder, menos con esa desfachatez
humorística. Pocos son los actores que nos contagian y al lado de Mirren,
Reynolds lo hace de maravilla.
En el de por sí estable reparto, debo destacar las brillantes
participaciones de Daniel Bruhl como Hubertus Czernin y Katie Holmes como Pam
Schoenberg. A pesar de tener su tiempo contado, ambos dan su máximo esfuerzo y
en el proceso se sitúan en el mismo plano de los protagonistas.
En conclusión, la producción de Curtis y Campbell le hace justicia no
sólo a la identidad de la protagonista sino a los eventos que la condujeron a
huir de Viena y a luchar por lo que realmente era suyo.
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