Aproximadamente
20 años después de haber nacido, me encontraba estudiando la licenciatura en
Comunicación cuando escuché entre mis compañeros de clase hablar de una novela
llamada ¿Cómo matar a un ruiseñor? Sólo para enseguida exagerar con ¨El
Resplandor¨ y la ¨Naranja Mecánica¨, ya que las consideraban obras maestras.
Tres
títulos que seguramente despertará un cierto interés por lo potentes que suenan
al pronunciarlos en nuestra mente. Sobrevaloradas en mi humilde e ignorante
punto de vista; quizás pueda entender el arte tras haberlas visto, pero eso fue
hace bastante tiempo y prefiero que se quede así, en una sola vista y nada más.
Hace un
par de años, antes de la terrible pandemia, el director Mike Flanagan optó por
adaptar la secuela de Doctor Sueño, la cual, a gran diferencia de El
Resplandor, profundizó en el contexto y el pasado que rodeaban al ahora adulto
Danny Torrance, en contraste con lo sugestiva e indirecta que fue la original.
Me sentí
genial disfrutarla a sabiendas que esta si sería una película con todo e
historia aunque no lo suficiente como para atraer a las nuevas generaciones de
ese entonces. Además de tener a Ewan McGregor y a Rebeca Fergusson entre el
elenco, fue fascinante a su propia manera. Sin importar su fracaso en taquilla,
yo acudí al cine y la mantengo recomendando por su flexibilidad al no necesitar
pasar por la espantosa experiencia de la antecesora.
Es de
esperarse que en algunos provoqué nostalgia, no sólo por el tercer acto sino
por su conclusión. Existe un mensaje pese a la rareza contextual en que Stephen
King nos tiene acostumbrados. Aquí, el director hizo justicia al hacerla fácil
de comprender y emocionante de ver dado los efectos especiales.
Regresándonos
a Cómo Matar a Un Ruiseñor, esta ha estado en mi cabeza por casi dos
décadas. Dada la excusa de no ver películas en blanco y negro, la descartaba
casi siempre y, a decir verdad, era bastante difícil dar con ella en mi
adolescencia hasta que sucedió la Guerra del Streaming en donde recién descubrí
su disponibilidad en el catalogo de HBO Max (próximamente Max). Y que mejor que
haber aprovechado mi nuevo espacio para comentarla a la brevedad.
El único
conocido e irreconocible por su juventud era Robert Duvall, no tenía la menor
idea de que era ese jovenzuelo que interpretaba a Arthur ¨Boo¨ Radley. Es
entendible viendo que esta película fue lanzada en 1962 llevándose en el
proceso los premios por Mejor Actor, Guion Adaptado y Dirección de Arte en los
Oscares. 3 de 8 nominaciones de las cuales incluyeron Mejor Película,
dirección, fotografía, música y hasta contempló a la pequeña Mary Badham en la
categoría de Actriz de reparto.
Es un
gusto que, en 62 años desde su lanzamiento, nadie, absolutamente nadie se haya
atrevido a rehacerla y por la misma razón que es respaldada por sus ocho
nominaciones. Es que es asombrosamente maravillosa y conmovedora y siendo lo
mejor de todo, un drama familiar limpio donde cualquiera pueda verla y aprender
algo al respecto.
Su núcleo
narrativo no difiere tanto de la realidad en que nos encontramos y difícil de
creer, pero ha envejecido con excelencia gracias a lo avanzada que se
encontraba en esos tiempos y lo bien que sus personajes estuvieron
representados. Muy acertados en el contexto histórico de los años 30 en que se
desenvuelve esta familia que de repente se ve en el ojo del huracán de un
pueblo cerrado al tener que defender a un supuesto violador y peor aún de
color.
Lo mismo
que dije sobre Casablanca, lo repito con Ruiseñor y es que llega
un momento en que no te importa que esté en blanco y negro, es más, uno mismo
termina por meterle color porque así de maravilloso era Gregory Peck. Era
imposible no volverse acreedor del Oscar por Mejor Actor, y es que en la piel
de Atticus Finch ahora entiendo porque se decía que muchos querían ser abogados
tras verlo actuar.
Desde que
sostiene una escopeta para matar a un perro rabioso hasta verlo dar su alegato
final en la corte, esa templanza y seriedad son de admirarse, y sin duda la
escena en la que le escupen en la cara delante de su hijo, por sí sola le
galardonó la estatuilla. Obvio que la química de Mary y Philip se tornaba
enganchadora, en especial la escena en donde Mary sostiene la mano de Robert
Duvall, fue oro puro.
Es un hecho que tendré que conseguir la novela, leerla y volver a ver esta película que ya quisieran muchos poder hacer una del mismo nivel. Tal parece, no todo lo del viejo cine es malo como se asume y Cómo Matar A Un Ruiseñor es un claro ejemplo de ello. Y que gusto haberme dado la oportunidad de no sólo verla sino de disfrutarlo por lo que es: una inolvidable obra de arte.
Continuando
en el pasado, siempre sentía curiosidad por conocer a John Wayne, un famoso
actor y director que comenzó en el cine mudo de la década de 1920 y se
consolidó en el género del oeste entre 1940 a 1970 con adaptaciones de
vaqueros de las cuales pude toparme con Más Corazón que Odio (The Searchers /
Centauros del Desierto) gracias al catalogo de HBO Max.
Tal
parece siegue siendo un western bastante importante desde su año de lanzamiento
en 1956; y tras verla, le doy cierta razón. La trama en sí es poderosa como
para no quedar atrapado en cuanto sucede la gran tragedia. Tal vez mi ligera
negativa se deba a que en momento su humor llega a ser irrespetuosa por
percibirse al estilo de la sitcom.
Seguramente en esa época, provocó muchas carcajadas, pero hoy en día la
hace sentir anticlimática al no dejarte conectar emocionalmente porque todo lo
que trasciende en sus 119 minutos es importante de ver y hasta de seguir por la
extraordinaria dirección de John Ford y el guionista Frank S. Nugent. Ambos han
sido productores de decenas de producciones clásicas de las cuales me tendré
que conformar con esta y por mí, me parece adecuado.
Tampoco
me la puedo pasar oculto en el pasado, no es mi intención teniendo en mente
adentrarme en los setentas ahora más tarde que temprano viendo como ya dejé
caer el ancla en este periodo de los treintas a los sesentas. No es como que me
estuviese quejando, desconozco si el carácter tosco de Ethan Edwards sea en
efecto la personalidad de John Wayne. Podría insinuar que es de la misma madera
de Clint Eastwood lo cual ahora entiendo el encasillamiento.
Dicho
eso, tampoco le restó importancia o pretendo minimizarlo, al contrario, trabajo
es trabajo y John Wayne tiene una fuerza bruta que te agarra y no te suelta
desde que aparece entre las sombras. Fascinante que la primera toma se
convierta en la última, este giro es importante de subrayar.
El
antagonismo recae en este grupo de criminales indios referidos como los
comanches, a quienes siento les hizo falta desarrollo o presencia porque no es
una narrativa completamente lineal que digamos; en momentos pasan los años y
uno no se da cuenta porque no se nos dice. Ya es tarea del espectador que
agregue el resto con su imaginación o lógica.
No todo
es drama sino la acción se aprecia, aunque nunca se llega a sentir personal por
estar enfocada desde lejos, que sirve para remarcar la frialdad en la que se
desenvuelve Wayne en contraste con su compañero Jeffrey Hunter que en lo
personal termina por robarse la función al situarse como el corazón, sobre todo
en el tercer acto al tratar de mantener la decencia y los valores. El único
detalle es que carga con el peso humorístico y por tanto hace o dice cosas
absurdas y es ahí a lo que me refiero con cortarle la seriedad de mala gana.
Fuera de
eso, le hizo falta una pulida a los diálogos y situaciones e incluso remover el
humor porque no lo necesitaba. Por sí sola, el relato es conmovedor y tan épica
pese a estar limitada en cinematografía y de carecer de un buen antagonista. Al
final de cuentas, es lo que es y para su propio tiempo cumplió con su función
como lo sigue haciendo si se omiten los prejuicios y nos olvidamos del cine
moderno.
Encontré más
odio que corazón en sus estos 119 minutos, aunque su título se justifica en los
últimos momentos que es que suponemos lo peor. Como dato curioso, John Wayne
fue galardonado al Oscar por Actor Principal por Temple de Acero, la versión de
1969, por la que curiosamente Jeff Bridges estuvo nominado, pero perdió en
2010. Por más que se rumoraba, nunca hubo una secuela pese a su éxito
taquillero como la obtuvo Wayne en 1975 con Rooster Cogburn.
Tal vez y reconsidere ver la versión original, entretanto la próxima vez que escuche el nombre de John Wayne, ya tendré una idea de quién, lo que hizo por el género del oeste y tendré una buena referencia gracias a su desempeño en Más Corazón que Odio.
Gracias por acompañarme, veamos que nos depara el futuro...
No hay comentarios:
Publicar un comentario