Un drama musical
correctamente desenvuelta por cada uno de sus protagonistas. Formalmente
estructural de lo cual podría incitarnos a inquietarnos en los primeros
cuarenta minutos debido a que se toma un buen tiempo en desarrollarnos a los
dos personajes principales dentro de sus problemáticas que deben enfrentarse en
orden de salir adelante.
El motivo del guion
radica en transmitir un mensaje para las grandes empresas discográficas; hoy en
día los estudios quieren las cosas fáciles y con enormes remuneraciones. En
otras palabras, quieren mucho dinero y sin batallar. Ente más alocado y superficial sean los
futuros talentos, mucho mejor para ellos. La calidad y el sentimiento humano ya
no conforman el mercado que una vez definió al mundo.
El conformismo opaca
la innovación y la rigidez en interiores cierra la oportunidad de que tanto
cantante como productor conecten con el exterior. La fama y el trabajo suelen
consumir a los artistas y por tanto podemos comprender el por qué los
matrimonios ya no son tan sólidos, es más ni siquiera los largos noviazgos son de fiarse si se forma parte de
este ambiente laboral.
Existe una cierta
conciencia en esta producción del director y guionista John Carney, regida
mayormente por la creatividad. Eso de grabar un álbum en cualquier localización
de Nueva York es un concepto fascinante. De sólo escucharse el fondo urbano
entremezclase con las voces y los instrumentos nos conmueve en lo personal; no
una cualidad fácil de transmitir pero Carney lo consiguió en compañía de su
equipo de edición.
La sencillez de Keira
Knightley encaja a la perfección y a su vez nos da otra perspectiva de cómo
debería comportarse una cantante durante su ascenso. Mark Ruffalo es estable
como el representante aunque no nos llega a impactar tanto como Knightley
quizás por la forma en que describieron su forma de remediar los asuntos. No
obstante, ambos comparten una buena química de la cual es difícil de leer la
posible mutua atracción.
Pese a estar en modo
Maroon 5, Adam Levine trata de inyectarle su propio dinamismo pero aquella voz
es inconfundible. Lo poco que aparece está bien pero en cuestión de estilo,
sigue siendo la misma música a la cual estamos acostumbrados a esperar de él. En
contraste, Hailee Steinfeld y Catherine Keener suavizan la tensión cuando
curiosamente debería ser al revés dado la disfunción familiar.
Al final, este drama
se siente como un detrás de escenas de
quizás uno de los mejores discos grabados. De hecho el soundtrack de la
película lideró el primer lugar de su categoría y generalmente se posicionó en el número 22
del Billboard hace un par de meses. Algo me dice que el álbum está recibiendo
mucho más recomendaciones que la película, y ello no es del todo malo porque
para comprender la composición, debemos conocer el significado de su letra.
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